relaciones
La amistad:
el "otro" amor
"Nunca he vuelto a tener amigos como los que tuve a los 12 años", dice Gordie Laranche en la última escena de la película Cuanta conmigo. "¿Alguien los tiene?" La amistad es la primera relación social elegida y en la adolescencia puede ser tan traumática como un amor.
Estamos acostumbrados a que desde los medios de comunicación hasta los gabinetes de psicólogos se nos bombardee con consejos sobre la vida en pareja, los problemas de convivencia, las decepciones que siguen al enamoramiento o cómo lograr que dure. Por contraste, la amistad se nos ofrece como la realización fácil, sin compromisos ni excesivas complicaciones.
Romper el cascarón
"El adolescente necesita de la pandilla, que se convierte prácticamente en su familia", sostiene la psicóloga Mila Cahué. "Sus ideas son las que cuentan, se siente feliz con sus amigos, quiere estar con ellos el mayor tiempo posible, y eso es sano. Necesita empezar a desarrollar el concepto de sí mismo sintiéndose independiente".
No se trata de sustituir a la familia, sino que el adolescente se preprare para su futuro, según Marina Martín Artajo, psicóloga. "Se trata de un grupo social sobre el que el adolescente practica ensayos sobre lo que pudiera ser su familia; familia entendida en un sentido amplio, como una red de soporte emocional para la vida".
Con los amigos, el adolescente sale de la sombra de sus padres y ensaya las primeras relaciones libres. El sentimiento es a menudo idealizado y exagerado. Como recuerda el psicólogo Ángel Peralbo, "en la adolescencia, y respecto a las primeras relaciones personales, existe un componente exagerado de implicación emocional, lo que caracteriza respuestas extremas con un alto contenido pasional". "Puede entenderse -coincide Mónica Poblador, psicóloga- la idealización de la amistad buscando reafirmación continua de la marcha de la relación, pidiendo tiempo y dedicación exclusiva, magnificando la interpretación de gestos o comportamientos a favor o en contra del rechazo y la aceptación".
Idealización
No es sólo una "familia de sustitución" lo que buscamos en los primeros amigos. La adolescencia es un periodo de reconocimiento del yo, de búsqueda de la propia identidad. Y en este proceso, el contraste y la validación de los iguales, de los que están en la misma situación y pertenecen a una edad similar a la nuestra, son fundamentales. "El adolescente -señala Cahué- está creándose a sí mismo, descubriéndose, explorando en qué es bueno y en qué no, lo que le gusta y lo que le disgusta, está identificando a las personas que le sirven de modelo para distintas actividades". Y Marín Artajo inisite en que "es necesario que, para consolidar la personalidad (identidad), uno se pueda mirar en una imagen de igual a igual".
El problema es que el adolescente tiende en caer en una forma de idealización con respecto a sus amigos no muy distinta a la que se da en el amor romántico. Se tiende a creer que esa relación ideal, irrompible y perfecta se mantiene inalterada toda la vida. Pero la realidad te va enseñando que todo cambia. Para Cahué, es ideal que esto suceda en el inicio de la vida adulta, en la adolescencia, cuando es más fácil absorber y asimilar nuevas experiencias. "Es muy bueno comprender que, a medida que cambian las circunstancias, también tienen que cambiar los elementos que las componen. El error es pretender que todo siga igual", asegura Cahué. "Es bueno aprenderlo en la adolescencia, para darse cuenta de que esto puede ocurrir y que el mundo no se acaba. Te puede gustar más o menos, pero la vida sigue llena de oportunidades para disfrutarla".
Anclados en el pasado.
La sensación de que el mundo se viene abajo si desaparecen o se atenúan esas amistades puede llevar a una vinculación insana, patológica, a un querer aferrarse a amistades que en realidad han dejado de serlo o, al menos, lo son de otra forma y con otra intensidad. "Hay amistades que se fraguan en la adolescencia y la niñez, que pueden perdurar toda la vida, porque las personas se van adaptando a las circunstancias mutuas y se comprenden, apoyan y respetan. Pero también suelen suponer procesos de mayor acercamiento y distanciamiento que se han superado con éxito", señala Cahué. "Resulta patológico querer mantener amistades con las que ya no se tiene nada en común".
"Para crecer en la amistad -concluye Martín Artajo- hay que tener en cuenta al otro y entender que es normal seguir por caminos distintos desde los que se pueden producir muchos reencuentros".
MERCEDES PELÁEZ
Celestino -Cele-
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