¡Amada vida!
Haber despertado
contigo fue lo más maravilloso e irrepetible que pudo haberme
sucedido; poder respirar tu perfume de existencia se hizo
inolvidable; el andar y el hablar puso armonía a mi espíritu; el
mirar hizo que mis ojos perpetuaran paisajes, rostros queridos,
también que reflejaran amor; que recorrieran los múltiples caminos
que existen en ti embriagándome en ellos.
No es mucho el tiempo
que recorreremos juntas, pero seremos felices, aunque tan sólo sean
treguas.
Tengo tus fuerzas, que
me llevan a imaginar lo inimaginable, a creer en lo imposible, a
soñar con el amor y sentirlo en realidad.
A tener una bolsa
interminable de perdones, y tú tienes que perdonarme, no vine
preparada; no seré perfecta, pero estoy intentando ser casi
perfecta; no desperdiciaré por nada esta oportunidad que tú me
brindas, ya verás, no estarás arrepentida de haberme dado tu sangre,
esa sangre que fluye en mí, como un torrente que emociona mis días y
mis noches, que contagia las horas de todo lo que vivo.
No me harán flaquear
ni la tristeza ni la adversidad, las aceptaré, ellas me ayudarán a
ser más fuerte.
Vida, quiero
acompañarte y que me acompañes, no te defraudaré.
Gracias, por darme luz
y oscuridad para saber la diferencia que existe entre las
dos.
Gracias, por dejarme
contemplar el cielo y el mar, y descubrir la inmensa distancia que
los separa, y sin embargo, que juntos se ven en el
horizonte.
Gracias por mostrarme
la faz del bien y del mal y dejarme discernir.
Gracias por ser
sincera conmigo, por abrir tu corazón y mostrarme todo lo que
florece en ti.
Gracias por no
mentirme con respecto a la muerte, porque si no existiera ella ¿qué
sería de ti?
Cuando tenga que
decirte adiós, te dejaré mis vivencias, mis alegrías, las cosas
buenas que forjé por ti; mis sueños más queridos, mi canción
preferida, un libro que escribió mi alma en tu tiempo y una flor que
en él quedará dormida.
Te dejaré un adiós,
con una gratitud profunda y duradera, por dejarme actuar en tu gran
escenario, con un personaje pequeño pero importante, aquél de haber
presenciado y formado parte de un eslabón de la cadena inagotable,
que eres tú, amada vida.
Yo llevaré en mi
ánimo, tu trinar de pájaros, tu rocío matinal, tu olor a tierra
mojada, tus lloviznas tenues, tus brisas juguetonas, tu primavera
colorida y con fragancia a juventud.
No te enojes, por
favor, si me llevo todo eso, es que tienes tantas cosas hermosas,
que aunque no me las llevara, las tengo engarzadas en mi
espíritu.
Cuando en mi partida
observes, verás que te dejé el sol, pieza clave de la vida
humana.
Te suplico, querida
vida, déjame tu palpitar hasta que pueda acostumbrarme a los
silencios infinitos de la muerte, sólo cuando tenga que partir, no
me abandones a la nada, transpórtame con tu sabiduría a lo
desconocido, porque todo lo que tú me indiques yo lo cumpliré al pie
de la letra y sin llorar.
Gracias otra vez por
todo, por lo que soy y por lo que me das a diario.
¡Te amo, vida
mía!
¡Haber despertado
contigo fue lo más maravilloso!
Amelia Isabel
Ramos