Buena la que se va a armar
Modismo
Ésta es una frase que ha quedado en la historia de España como símbolo de la incapacidad estratégica y táctica de un general. Se trata de Juan Carlos Areizaga, uno de los generales más incapaces de nuestra guerra de la Independencia.
A él se debe el desastre de Ocaña el 19 de noviembre de 1809. La Junta General tuvo la humorada de darle el mando de cerca de 50.000 hombres. Con ellos se enfrentó el mariscal Víctor en Ocaña. Antes de la batalla subióse al campanario y, al columbrar con el catalejo el ejército francés, que se desplegaba en formación de combate, y mientras su Estado Mayor aguardaba ansiosamente las disposiciones salvadoras, echóse las manos a la cabeza y murmuró: "¡Buena la que se va a armar, pero buena, buena, buena!". No se le sacó de aquí. Perdióse totalmente la batalla y el mariscal Víctor y tras él Soult, conquistaron Andalucía.
Príncipes y generales dijeron frases como la del general de la derrota de Ocaña. Recordemos al infante Antonio Pascual, hermano de Carlos IV, que cuando en abril de 1808 los reyes huyeron a Bayona, él quedo como presidente de la Junta Suprema. Al saber que los franceses se aproximaban, escapó a su vez, dejando a la Junta este comunicado inmortal: "A la Junta, para su gobierno, le pongo en noticia de cómo me he marchado a Bayona y digo a dicha Junta que ello sigue en los mismos términos como si yo estuviese en ella. Dios nos la dé buena. Adiós, señores, hasta el Valle de Josafat".
Digamos que, salvando Castaños en la batalla de Bailén y la derrota de Marchand en Tamames (1809), el ejército español en cuanto a ejército, sólo sufrió señalados reveses. Se justificó con ello la opinión de Napoleón según la cual el ejercito regular español era el peor de Europa. Y no sólo era la opinión de Napoleón sino también la de Wellington que, como comandante en Jefe, no quiso colaborar con los españoles y se resistía a considerar las tropas un instrumento con el que podría contarse en la batalla: "Nunca he sabido que los españoles hicieran algo, y menos que lo hicieran bien".
He de añadir que estas opiniones no eran privativas de los ingleses, que podrían estar llenos de prejuicios: una batalla como la de Medellín y, sobre todo, la de Ocaña dejaron asombrados a los propios franceses.
Salvemos los casos aislados y señalados de heroísmo, la tozudez de los combatientes de Zaragoza, de Gerona, la apasionada abnegación del pueblo. Nos referimos tan sólo en este caso a los hechos del ejército regular español, que era de una ineficacia total.
La contribución de España a su propia liberación consistió en la continuidad de su resistencia. Pero ello fue a pesar de generales como este Areizaga o el general Cuesta, que presidió la desbandada de las tropas españolas en la batalla de Talavera. La Guerra de la Independencia fue el esfuerzo de un pueblo. Por esta razón fue válida la frase de Wellington: "Cuanto más terreno tienen los franceses, más débiles son en cualquier punto determinado". El pueblo español hizo fracasar los ejércitos más bizarros y bien organizados.
Néstor Luján Cuento de cuentos
Cele -Celestino-