LA BAZOFIA
DE LA TELE
No formo parte de ese grupo de españoles que afirma no ver nunca la televisión. Confieso que la mayor parte de los días paso algún rato del ante de la pantalla. A veces, simplemente por relajarme después de unas horas de trabajo intenso, o por informarme. Pero también algunas veces porque me gusta analizar los programas que suscitan grandes audiencias y representan los intereses de un buen sector de la población. Entonces acabo casi siempre, lo reconozco, atónita y desalentada. ¿Ese es verdad el país en el que vivimos? Un `país enganchado a gentes que sólo hablan de estupideces, que chillan, que insultan, que se benefician de las desgracias ajenas, que apenas saben construir una frase un poco compleja. Esa bazofia es, por desgracia, la que mantiene a millones de personas sentadas durante horas cada día en el sofá, robándoles el tiempo que podrían dedicar a sus hijos, a su amor, al ejercicio, a la lectura, a la reflexión o a los amigos y dejándoles las neuronas llenas de mierda.
Una de las cosas que más me asustan de todas esa estupidez que emana de las televisiones nacionales –incluida la publicidad- es la imagen que en ellas se da de la mujer. He tratado de sintetizarla en algunos apartados, que excluyen por supuesto a las trabajadoras de los informativos, que merecen otra consideración: 1) La Maruja, que sólo friega, cocina, etcétera, y refunfuña sin parar. 2) La Cotilla, que vive para observar la vida ajena, criticar y juzgar. 3) El Pedazo de Carne, que únicamente sirve para exhibir el cuerpo (propio o adquirido en el quirófano). 4) La Frívola, interesada en exclusiva por la moda, las joyas y esa cosa absurda llamada glamur. 5) La Decente, casta y muy sumisa, que aparece a menudo en los culebrones (según me cuentan, porque mi paciencia de telespectadora no alcanza a ese subproducto). 6) La Arpía, dominante, ambiciosa y manipuladora. 7) La Víctima, maltratada por el universo e incapaz de defenderse. 8) La Madre, capaz de cualquier cosa por sus hijos.
Todos esos modelos (que podrían ser compartidos en buena medida por los homosexuales, una auténtica panda de loros e histriónicos a juzgar por la tele) no tienen en realidad nada novedoso. Responden a los estereotipos de mujer que ha ido fraguando a lo largo de los siglos la sociedad patriarcal. Pero cuando tantas personas –muchas mujeres y también algunos hombres- han luchado durante décadas y décadas para que se reconociesen nuestras capacidades intelectuales, nuestra autonomía y nuestra posibilidad de existir como seres pensantes y éticos, da rabia comprobar que un medio tan importante como la televisión se empeña en destruir todo ese esfuerzo. Argumentarán los programadores y creadores de esos engendros que ellos se limitan a reflejar la realidad social. Es fácil responderles que tan sólo reproducen una parte de esa realidad. Y que, además, influyen a su vez en su configuración con un peso específico que no tiene precedentes en la historia. Pero lo que más rabia da es ver cómo montones de mujeres se prestan gustosamente a ese juego maléfico, a un lado y al otro de la pantalla, sin pararse a pensar en sus consecuencias. O, aún peor, pensándolo y encogiéndose de hombros. Ya saben, que lo arreglen otros. Mientras, a mí que me paguen. O que me entretengan.
Cele -Celestino- |