Confusión
Ahora empezarás, mi vida, a no dejarme vivir. A que los días y sus noches sólo sean el ahogo feroz de tu encuentro. De tu incorporación a mí, de tu revestimiento de mí. A que mi sangre no sepa detenerse sola, y se arroje a la tuya, a ti, con la furiosa alegría de amarte, del éxtasis de saberse tuya; y de la angustia, del tremendo milagro oscuro ¡que es pertenecerte!
Ahora sí; ahora. Cuando no me busca nadie, ni yo busco. Porque tu voz llena de altos ecos la tierra, y tu olor los jardines más sombríos, y de tu pecho caen las campanas de mis deseos de ti, de mí que por ti me recobro y aprendo, vida mía, alma mía, amor, que es verdad que soy de carne, que es verdad que duelo, y gozo, y sufro, y grito porque soy tuya.
¡Momento agotado del mundo, éste en que te sé lejos de mí!
Apúralo todo, regresa a nuestro abismo y déjame en ti sumida, fuerza que se te dio sin lágrimas de rebeldía; aunque con llanto de violencia por verse tuya, yo que no era de nadie, ¡ni siquiera mía nunca!, esclava tuya, entregada tuya.
Carmen Conde
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Paloma Blanca
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