Dos mil veinte millones
José María Castillo, teólogo
Los medios de comunicación se han encargado de difundir la noticia. El presidente de la FAO acaba de informar que el número de personas que padecen hambre extrema ha aumentado de forma alarmante, por causa de la crisis económica mundial. Antes de la crisis, había en el mundo 800 millones de personas que tenían que vivir con menos de un dólar al día, lo que significa que ese gentío inmenso no puede recibir la calorías indispensables que necesita para no morirse de hambre en poco tiempo.
Ahora nos enteramos de que ese número de hambrientos severos se ha disparado. Y en poco tiempo ha aumentado en más de doscientos millones. Estamos, pues, ante una situación clamorosa, esperpéntica, sobrecogedora. No exagero. Ahora mismo hay más de mil millones de moribundos en nuestro mundo.
No pretendo insistir, una vez más, en nuestras responsabilidades. NO quiero, por tanto, presionar sobre nuestras malas conciencias. Lo que quiero decir es que todo esto, además del terrible problema humano que representa, es también un problema teológico. Jesús dijo: ¨ tuve hambre y me disteis de comer “. No sé si realmente creemos en Dios.
No sé si de verdad creemos en Jesús y su Evangelio. Cada día que pasa, el Vaticano, sus hombres y sus teologías, se me ponen más oscuras. Porque no sé cómo es posible creer en Dios y vivir, tolerar, legitimar y hasta quizá fomentar que Jesús siga muriendo….. de hambre y de miseria. Me duele tener que decir esto. Pero tengo que decirlo. Tenemos que insistir en ello. Porque aquellos en los que está Dios, se mueren de necesidad.
Cele -Celestino-