El “ENDIOSAMIENTO” DE LOS OBISPOS
José María Castillo, teólogo
Hay gente que se queja de lo autoritarios y mandones que son muchos obispos. Y son bastantes los ciudadanos que se sienten mal ante la imagen pública que ven en los prelados, con sus atuendos solemnes y hasta extravagantes, que no pueden disimular ese aire de superioridad, majestad, solemnidad, que ciertamente no se remedia con el lenguaje dulzón y acaramelado, que algunos monseñores utilizan. Dan la impresión de que les gusta aparecer como notables, personajes importantes, distinguidos y, en todo caso, nada sencillos, humanos y cercanos. Puede ocurrir que todo esto sea mera apariencia. Pero el hecho es que así son vistos la mayoría de los obispos.
Esto viene de lejos. En cuanto apareció en la Iglesia el episcopado monárquico (en cada diócesis un obispo), se empezó a hablar de los obispos de tal forma que se tiene la impresión de que los sucesores de los Apóstoles no se pusieron los últimos, como mandó Jesús, sino los primeros, como hacen los señores de este mundo. Es más, parece que no tuvieron bastante con colocarse los primeros. Pretendieron subir más. Y se inventaron - o toleraron - un lenguaje y unas ideas que jamás se debieron permitir entre los seguidores de Jesucristo.
No me invento nada. Ya en los primeros años del s. III, se publicó en Siria un documento, de carácter litúrgico y canónico, que tuvo una enorme influencia en Oriente y que se extendió también por Occidente. Este documento, que era un largo tratado de ritos y normas litúrgicas, se conoce como la Didaskalía. Las Constituciones Apostólicas lo copiaron casi al pie de la letra. Y en la Alta Edad Media, se difundió en las Galias a través de los Statuta Ecclesiae Antiqua. Pues bien en este escrito se exalta la figura del obispo hasta tal punto que de él se dice: "El primer sacerdote y levita para vosotros es el obispo; él es el que os imparte la palabra y es vuestro mediador...; él reina en lugar de Dios y ha de ser venerado como Dios, porque el obispo os preside en representación de Dios" (Did. 26, 4). Y más adelante: "Estimad al obispo como la boca de Dios" (Did. 28, 9). Más aún: "Amad al obispo como padre, temedlo como rey, honradlo como Dios" (Did. 34, 5). En estas normas litúrgicas, se advierte, más que una "sacralización" del obispo, un auténtico "endiosamiento". Por eso, nada tiene de extraño que la Didaskalía llegue a establecer: "Juzga, obispo, con potestad como Dios".
A Dios se le puede ofender de muchas maneras: negándo su existencia, blasfemando contra Él, desobedeciéndole.... Pero no sé si es peor que todo esto pretender ponerse en el lugar de Dios. Es lo que hacen los hombres que, con tanta tranquilidad como seguridad, se atreven a decir: "Esto es lo que quiere Dios"... "Ésta es la voluntad de Dios".... "Esto es lo que dice Dios". Tales cosas se afirman como lo más natural del mundo. Y sin embargo, ¿No es eso "endiosarse"? Si se encierra como un demente al que asegura que él es como Napoleón, ¿no es más peligroso ir por la vida afirmando: "yo soy la voz de Dios", de forma que "lo que yo quiero es lo que quiere Dios"? Y lo más grave de todo es que estas cosas se dicen, se oyen y se hacen como "lo que tiene que ser". Así, se ofende al Ser Divino y se humilla a los seres humanos. Triste papel en la vida.
Publicado por Jose Maria Castillo