Suena bien, especialmente en Navidad, esta palabra: gracias, gracias por acogerme. Gracias es palabra sencilla, pero sale del corazón. Es palabra humana y generosa. No hace falta decir muchas cosas para transmitir sentimientos profundos. Basta decir gracias. Sobre todo si la palabra se envuelve en una mirada limpia y un gesto entrañable.
Gracias es más que una palabra, más que un sentimiento, es todo un talante, una actitud, una vida. Es una manera de ver en positivo, es reconocer lo dado y lo recibido, es un aceptar la relación que nos une a los demás. Np origina dependencia, porque todos tenemos que dar y recibir. Engendra respeto y cercanía.
Debiéramos hacer prevalecer la cultura de la gratitud. Existen personas ingratas, incapaces de reconocer el favor que se les hace o el amor que se les da. Es propio de las nuevas generaciones creer que todo se les debe y siempre exigen más.
Por otra parte, no queremos estar en deuda con nadie. Preferimos corresponder en vez de agradecer. Si nos hacen un favor o un regalo, nos sentimos obligados a responder con un favor o un regalo. Así estamos en paz, así no me siento inferior. Parece que el tener que agradecer nos ata y nos humilla. ¡Con lo bonito que es sentirse agradecido!
La palabra gracias tiene que ver también con gratuidad. Es algo que hoy no se estila, porque siempre queremos ganar. Aquí nada se regala. Aquí todo tiene un precio. Prevalece la cultura mercantilista. ¿Y qué precio podemos poner a una sonrisa o a un beso? Resulta que los valores más importantes de la vida son gratuitos, no se pueden comprar. ¡Si tuviéramos que pagar todo el amor que nos han dado!
La palabra gracias tiene que ver con generosidad. La gracia es un don que recibimos. Cuando damos el don, somos generosos. Prevalezca en nosotros la generosidad. Tampoco abundan las personas generosas. Hay mucha mezquindad en nuestra relaciones. Damos apenas de lo que nos sobra. Y nos damos menos.
El misterio de la Navidad es un diluvio de gracias. Todas las gracias de Dios se concentraron en el Niño que nos ha nacido, en el hijo que se nos ha dado. El Niño es fruto de la gracia de Dios, fruto de una mujer agraciada, llena de gracia. Por él nos vendrá toda suerte de bendición y de gracia.
Ante tanta generosidad y tanta gratuidad, ¿qué otra cosa podemos hacer que decir: gracias? Decir y vivir en constante actitud de confianza y agradecimiento.
Gracias, primero, por mirarme. No me miraste como a una cosa o como un caso perdido. Me miraste con misericordia y esperanza.
Gracias por escucharme. No miraste el reloj. Tuviste tiempo para escuchar mi problema. Me escuchaste con emoción y paciencia.
Gracias por acercarte. No diste el rodeo, poniendo excusas, que si tú no sabíais, que si no podías hacer nada, que hay instituciones para estas cosas.
Gracias por acogerme. Me abriste las puertas de tu casa. Me abriste el corazón. Me hiciste sentir persona. Me diste razones para luchar. Me buscaste
compañeros. Me dijiste que queda mucho por hacer y que contabas conmigo.