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A Sara
A mi paso, y al azar, te desprendiste como el fruto más profano que pudiera concederme la benévola actitud de este verano.
Blonda Sara, uva en sazón: mi leal apego a tu persona, hoy me incita a burlarme de mi ayer, por la inaudita buena fe con que creí mi sospechosa vocación la de un levita.
Sara, Sara, eres flexible cual la honda de David, y contundente como el lírico guijarro del mancebo; y das paralelamente, una tortura de hielo y una combustión de pira; y si en vértigo de abismo tu pelo se desmadeja, todavía, con brazo heroico y en caída acelerada, sostiene a su pareja.
Sara, Sara, golosina de horas muelles; racimo copioso y magno de promisión que fatigas el dorso de dos hebreos: siempre te sean amigas la llamarada del sol y del clavel: si tu brava arquitectura se rompe como un hilo inconsistente, que bajo la tierra lóbrega esté incólume tu frente; y que refulja tu blonda melena, como un tesoro escondido; y que se guarden indemnes, como real sello, tus brazos y la columna de tu cuello.
Ramon Lopez Velarde
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