José María Castillo, teólogo
AL SALIR DE LA CRISIS...
Se nos dice que este año empezamos a salir de la crisis. Y nadie que duda que eso es importante. Pero, más importante que salir de la crisis, es aprender de esta situación las lecciones que tendríamos que aprender. De lo mucho que podemos (y debemos) aprender, propongo tres cosas que, a mi juicio, deben ser determinantes en los próximos años.1. Dar más importancia al papel y a la intervención del Estado. Porque, si algo ha dejado claro esta crisis, es que hay situaciones, en la vida de los pueblos y de la sociedad, de las que no se sale como no sea a base de una intervención eficaz de los poderes del Estado. En la crisis nos metieron sobre todo las instituciones privadas, especialmente las instituciones financieras. Es más, si eso ocurrió es porque la intervención del Estado no fue eficaz para evitar el desastre. Y si estamos saliendo es porque el Estado se está empleando a fondo, con más o menos acierto. Pero el hecho que, lo mismo en Estados Unidos que en la Unión Europea, si estamos saliendo de la crisis, es porque los Estados están tomando medidas eficaces. Por supuesto, las instituciones privadas son más eficaces que las estatales para determinados asuntos. Por ejemplo, un hospital privado o un colegio privado suelen funcionar, en muchas cosas, mejor que los hospitales o los colegios públicos. Pero, aun concediendo que eso sea verdad, el problema que eso plantea es que lo privado es privilegio para quienes pueden costearlo, o sea, es privilegio de los ricos. Un país, que potencia mucho al sector privado, por eso mismo privilegia a las clases pudientes y agranda las desigualdades sociales. 2. Reorientar la producción y el consumo. Porque, si algo nos ha enseñado la crisis, es que se puede vivir bien con menos gastos suntuosos, gastos en cosas de lujo, ostentación y capricho. Hay que fabricar menos coches de lujo, menos ropa de lujo, menos viviendas de mero capricho y lujo. Y así sucesivamente. Para ir igualando a la población en sus gustos y en las cosas que la gente considera indispensables para ser felices. Por eso mismo, una decisión de enormes consecuencias sería fomentar los servicios públicos: mejores transportes públicos, más económicos, más numerosos, más eficaces. De forma que todos nos vayamos acostumbrando a sentirnos bien con menos ostentación y menos caprichos. Se ha demostrado que el mero hecho de que a uno le suban el sueldo no aumenta su felicidad. Uno se siente más feliz cuando a él le suben el sueldo por encima de los demás. Nos han educado para ser felices sobre la base de acentuar las diferencias y la superioridad de unos sobre otros. Esto no tiene que llevar a desmotivar a la gente para el rendimiento en el trabajo y la productividad. Nos tendríamos que meter en la cabeza que los sentimientos de emulación y competencia se pueden realizar en actividades que rinden para la comunidad humana, por ejemplo en la investigación intelectual, en la creatividad, en el arte, en la ciencia....3. Podemos ser más felices compartiendo más. Se trata de dar la vuelta a la mentalidad que nos han introyectado. La mentalidad según la cual la felicidad se consigue acumulando, nunca compartiendo. Y eso es negar y renegar una de las inclinaciones más fundamentales del ser humano. Querer y sentirnos queridos son constitutivos de nuestro ser más profundo. Por eso disfrutamos tanto cuando hacemos un regalo y se nos reconoce. Por eso gozamos con la "comensalía" (compartiendo mesa y mantel con personas a las queremos y que nos quieren) que con la "comida" (llenando el estómago a solas). ¿No habría que orientar la formación y los plantes de estudio en este sentido y con esta finalidad?
Nota final: Es evidente que la crisis ha sido dura. Pero no hay mal que por bien no venga. Yo soy optimista. La condición humana es como es. Y todos tenemos nuestros egoísmos y ambiciones. Pero todo eso se puede educar o deseducar. Se puede orientar en una dirección o en otra. Y, en todo caso, es evidente que el sistema político y económico debe estar pensado para sacar de nosotros lo mejor que tenemos. No para fomentar nuestras apetencias más bajas, torpes y dañinas.