Ángel Gabilondo
Dar una vuelta
a solas
Salir solos a la calle para airearse puede ser una buena oportunidad para conocernos más.
Hay quien no sabe lo que supone salir por salir. Mejor dicho, salir por no permanecer en donde se está. Ni siquiera es necesario encontrarse radicalmente mal. Quizá eso sería más bien una buena razón, o al menos una coartada, para no moverse del sitio. No estoy bien, nos diríamos. Lo que nos convoca no es tanto el atractivo de lo que encontraremos como la imposibilidad de continuar asentados en el sopor del aburrimiento. Es hora de inventarse motivos para salir. Ciertamente los recados, desde el bricolaje, con todos sus pormenores, a la salud, desde los análisis a los medicamentos, son una buena excusa para buscar la calle. Sobre todo para ocupar y tratar de dar sentido de algún modo a las horas que nos invitan a hacer. Pero siempre es duro ir a algo sólo porque se huye, porque uno se escapa de aquello que, más que desagradable carece de alicientes, de estímulos, de desafíos. De aquello que no cabe sino aceptarlo y, en su caso, disfrutarlo. No es que simplemente se muestre inmóvil, es que ofrece la frialdad de lo que carece de vida. Salir tiene sus notables riesgos. El primero y fundamental es que tarde, aunque sea muy tarde, o temprano hemos de enfrentarnos a la necesidad, o no, de volver. Se acostumbra a decir que uno va a airearse, a tomar el aire, aunque acabe en un lugar menos oxigenado, que va a pasear, aunque finalice sentado con la mirada extraviada o fija, a hacer una gestión, aunque ello no pase de ser una coartada. En definitiva, en ocasiones se busca no sólo escapar, sino una sorpresa, un aliciente.
No es infrecuente, sin embargo, que uno se encuentre con su más profunda y radical soledad. Pero no hay que descartar que otra alma solitaria comparta, también a solas, es vuelta que, más que un paso, es un repaso a l apropia vida. Y que quizá, incluso callados, nos digamos más que tantas palabras cruzadas ante el televisor.
Lo mejor y lo peor de dar una vuelta es que , en ocasiones, se da de verdad.
Salir puede ser una ocasión para no quedarnos anclados en la vida ya vivida, acabada aunque no finalizada. El adecentarnos, vestirnos, acicalarnos va dirigido a nosotros mismos. Pero no siempre ni sólo. También lo hicimos un poco inconscientemente aquel día en el que al ir al trabajo o a tomar algo no sabíamos que nos encontraríamos, para que quizá, sin dejar nunca de estar a solas, podamos al menos recordarlo, sobrellevarlo o vivirlo juntos.
Cele -Celestino- | |