DEMONIOS DE MUERTE, DEMONIOS DE DINERO
José María Castillo, teólogo
El extraño episodio de los "demonios de Gerasa" tiene una sorprendente actualidad. Lo cuentan los tres evangelios sinópticos (Mc 5, 1-20; Mt 8, 28-34; Lc 8, 26-39). No es posible precisar si esta historia sucedió tal como la cuentan los evangelios. Los estudiosos de este asunto no se ponen de acuerdo sobre los detalles históricos. Pero esos detalles no son lo que interesa en este relato. Lo que importa de verdad es lo que este episodio extravagante nos viene a enseñar en este momento. Un momento histórico de tantas muertes y de tantas crisis. Me explico enseguida. El hecho es que, en el territorio de Gerasa (una bellísima ciudad romana, actualmente en Jordania), había una aldea, no lejos del lago de Galilea, en la que (según los evangelios) había tal cantidad de demonios, que se llamaban "Legión". Todos ellos se habían mentido en un hombre. Y lo peor del caso es que eran demonios de muerte. Porque, según cuentan los evangelios, el endemoniado vivía en el cementerio, metido en las tumbas, golpeándose con piedras, con instintos de muerte tan incontenibles que los vecinos de la aldea no podían ni sujetarlo con cadenas. Lo destrozaba todo. Y andaba, como loco, gritando solitario por los montes. Era, sin duda alguna, la expresión más patética de la "legión de la muerte". Así las cosas, Jesús desembarca en aquella comarca. Y libera a aquel hombre, tan locamente peligroso, de la legión satánica de muerte que amenazaba a todos y se destruía a sí mismo. Pero el suceso, como es sabido, no acabó en eso. La legión de demonios, al salir de aquel extraño novio de la muerte, le pidió a Jesús que los dejara ir y meterse en una enorme piara de cerdos (unos dos mil) que gozaban tranquilamente en la falda del monte, junto al lago. Jesús les permitió a los demonios que fueran a meterse en los cerdos. Y entonces, inesperadamente, ocurrió lo más extraño del relato. Los dos mil cerdos, impulsados por la legión de demonios, se lanzaron, acantilado abajo, hasta que todo ellos se ahogaron en el mar. Los que, hasta entonces, habían sino "demonios de muerte", pasaron a ser demonios de dinero. Porque es evidente que dos mil cerdos, que ahora valdrían un capital, en aquel entonces serían una auténtica fortuna. Lo más seguro es que los vecinos de la aldea se vieron arruinados. El hecho es que el pueblo entero salió a pedirle a Jesús que se fuera de allí. Lo cual quiere decir que aquellas gentes, que habían soportado a los demonios de la muerte, no pudieron soportar al que convirtió a tales demonios en fuerzas incontenibles que, en pocos minutos, los dejaron sin cerdos, es decir, fuerzas que metieron al pueblo entero en una crisis económica que no tenían prevista y cuyas consecuencias desconocemos. No hace falta calentarse mucho la cabeza para ver la palpitante actualidad de este estrambótico relato. Nosotros ahora somos como los gerasenos de entonces. Toleramos que los demonios de la muerte maten a miles de personas . Demonios del hambre y de la guerra, del paro y de la crisis, demonios vestidos de banqueros y gestores de finanzas, de políticos que se reúnen en Kyoto, Copenhague, Davos, en la Casa Blanca y en todas las casas negras que ensombrecen este mundo tan atiborrado de tantas legiones de demonios, legionarios de la muerte, a los que toleramos gustosamente, y pagamos con el dinero que nos quitamos de la boca. Porque estamos dispuestos a tolerar los instintos de muerte y sus espantosas consecuencias. Dando una ayudita a los niños de Haití, lavamos la conciencia. Pero, ¡amigo mío!, que no nos hablen de organizar la economía de forma que nuestros "cerdos" se precipiten por el acantilado de la crisis. El hecho es tan patente como patético: toleramos mejor un mundo de muerte que un mundo de crisis y soportamos gustosamente a los demonios de los sepulcros, con tal que no les toquen a nuestros cerdos. ¿Qué han hecho con nosotros? ¿A dónde nos lleva todo esto? ¿No ha llegado la hora de poner las cartas boca arriba y mostrar a las claras lo que realmente tenemos y lo que de verdad buscamos o estamos dispuestos a tolerar, con tal que no nos toquen donde de verdad nos duele?
Cele - Celestino- | | | |