"ESO LE PASA A TODO EL MUNDO"
Se dice para tranquilizar, pero acaba por impedirnos la acción. Parecida a la frase "así es la vida", este también es un recurso ante las desgracias y experiencias negativas, apelando ahora una vaga "solidaridad" en la que se nos pide que disluyamos nuestra frustración. Es una apelación preventiva a la envidia, es un reconocimiento de que la soledad en la desdicha -pensar que los demás están exentos de los males que nos aflijen - aumenta nuestra infelicidad.
Pero si eso le pasa a todo el mundo, ¿para qué luchar? Es, para Martínes-Otero, una gran falta de incentivo para la autosuperación. "Esa frase, que en principio se dice para tranquilizar, puede acabar haciendo sentirse a la persona como parte de una masa a la que nadie nos gusta pertenecer", comenta Muiño. "Además, vuelve a estar demasiado cerca del síndrome de indefensión: si le pasa a todo el mundo, parece que yo no puedo hacer nada por cambiarlo".
Es una consigna que elimina agobios y que , a menudo, alivia, al menos momentáneamente, porque no nos deja solos frente a una situación que ni hemos buscado ni hemos esperado; pero que, para el doctor Enrique García Huete, es un impedimento para cambiar las situaciones problemáticas, los obstáculos en nuestra vida.
"PUEDES HACERLO MEJOR"
Con esta sentencia nos están diciendo que lo hemos hecho peor. Es la frase trampa que ha sustituido al suspenso en muchas cartillas escolares. Está encaminada a estimular la autosuperación, a animarnos para trazar metas cada vez más altas. Es una aparente frase de aliento que conlleva una crítica encubierta: "puedes hacerlo mejor" significa que no te has esforzado como deberías y que, por lo tanto, debe sentirte culpable por lo que has hecho.
Uno de los riesgos es que nos puede convertir en maniáticos perfeccionistas. Por eso, "dosificarse tiene mucho sentido en un mundo en el que los retos son continuos y debemos priorizar. Cuando alguien nos recuerda que no hemos hecho lo posible, nos está presionando", dice Muiño.
"A VER SI MADURAS"
Pedirle a alguien que madure es a menudo decirle que nos ha fallado o decepcionado. De todos los "consejos automáticos" que oímos con frecuencia a la largo de nuestra vida, ninguno se identifica tan rápidamente como arma arrojadiza como este, que es algo casi cercano al insulto. Madurar es alcanzar esa fase en la que nuestra personalidad está plenamente formada, en que somos verdaderamente nosotros mismos. Pedir a alguien que "madure" es decirle que carece de personalidad asentada, acusarle de una carencia y, casi siempre, reprocharle una incapacidad que redunda en perjuicio de la persona que habla.
"Al utilizar este tipo de pensamiento nos erigimos en jueces de los demás, a la vez que nos arrogamos el derecho de descalificar a la persona", sostiene Carlos Mateo.
Atender en exceso este consejo puede llevarnos a adecuar nuestra conducta exclusivamente a lo que los demás esperan de nosotros, a una actitud diametralmente contraria a la verdadera madurez.