Necesito doblar los manteles, las toallas y los paños de cocina por el mismo lado" (Teresa, 42 años); "No soporto ver las puertas de los armarios abiertas" (Inés, 38 años); "Tengo que dormir siempre sobre el lado derecho del cuerpo" (Juan, 46 años); "Las camisas las ordeno por colores y deben estar perfectamente dobladas" (Guillermo, 40 años); "No puedo dormir si no cierro antes las ventanas y bajo las persianas"  (Cristina, 36 años); "Antes de salir de casa por las mañanas, las camas deben estar siempre hechas. Soy incapaz de marcharme dejándolas sin hacer" (Almudena, 39 años); "Tengo que llevar la ropa interior conjuntada con lo que llevo" (Jaime, 46 años)... Sin ninguna trascendencia para los demás, son imprescindibles para nosotros: las manías hablan de cada uno de nosotros.

Un mundo propio

"Las personas con estas tendencias suelen tener en común un pensamiento básicamente perfeccionista que, además de irracional, suele generar malestar en el entorno familiar, porque las cosas nunca están suficientemente bien hechas: falta orden, higiene o limpieza, o, simplemente, no son "perfectas", apunta Benjamín Ballesteros, doctor en Psicología clínica. Tal es el caso de Fernando, de 45 años, quien dice tener muchas manías, pero especialmente con el orden: "Cuando las cosas no están a mi gusto, descargo sobre mi mujer para que regañe a los niños". Fernando cree que es una manía que ha ido adquiriendo con el tiempo: "De pequeño no recuerdo haber tenido manías. Yo creo que uno se va acostumbrando a un estilo de vida, y lo que se aleja de este estilo disgusta, y llega a percibirse como incorrecto".

  Desde el punto de vista psicológico, las manías se van instaurando en nosotros poco a poco, y nos confieren seguridad, y "conformando un mundo propio en el que nos sentimos cómodos y tranquilos". Sin embargo, puede ser una tranquilidad precaria y limitadora, debido a los problemas que llega a ocasionar en relación con los demás, o debido a que va acompañada de una actitud poca amiga de los cambios e innovaciones, a veces tan necesarios para evolucionar en cualquier parcela de la vida: "Puede limitar en el sentido de que yo noto a veces que la gente no está a gusto. A mi familia, por ejemplo, le molesta, pero nos soportamos", aclara Fernando.

¿Rutina o excentricidad?

"Mi madre era muy caótica y la casa siempre estaba patas arriba. No teníamos horarios y siempre viví ese desorden existencial con mucha angustia", confiesa Susana, de 45 años. Supongo que si hoy soy una maniática del orden es por un deseo de tenerlo todo controlado, de mostrar a los demás que mi vida está muy bien organizada y que sé manejar las riendas de mi vida con soltura".

  Según explica Arantxa Cámara, psicóloga, las manías nacen por alguna razón que permanece escondida, y se mantiene en el tiempo porque, en su simbolismo, sirven para algún propósito inconsciente, como puede ser la convivencia con algún elemento traumático o poco agradable de nuestro entorno, o con unos sentimientos de autocrítica exagerados. "Por ejemplo, los maniáticos del orden o de la limpieza pueden necesitar organizar su vida  en su nivel más concreto para, de esta forma, tranquilizar su nivel inconsciente, añade la especialista consultada.

  Lo que para algunos es rutina, para otro es excentricidad, ya que esta línea divisoria entre lo normal y anormal o entre lo razonable y lo raro a veces es difícil de delimitar. ¿Cómo saber si nuestras manías son simples hábitos u obsesiones? "Una de las claves para autoevaluarnos es fijarnos en el tiempo que dedicamos a la realización de esta actividad. Si es el mismo que le dedicaría cualquier persona, no debemos preocuparnos; en cambio, sí es más preocupante si necesitamos repetir o evitar algunas de estas u otras conductas, o nos lleva el doble de tiempo que a los demás. Otra pista que nos ayuda a distinguir una manía de un problema es la presencia de malestar y ansiedad o si repercute en nuestra relación con los demás", concluye Ballesteros.

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