El joven esposo, al regresar a casa, se encuentra a su mujercita hecha un mar de lágrimas, que le dice sollozando:
-Para darte una sorpresa, queridito, te había preparado un magnífico pastel. Pero, desgraciadamente, se lo ha comido el perrito.
-No te acongojes, mi amor --replica el esposo--. Te compraré otro perrito.
Quien da pan a perro ajeno, pierde el pan y pierde el perro… y pierde hasta la forma de andar. ¿O no?
Cele -Celestino-