Tomar las riendas
de tu vida
¿Por qué algunos de nosotros tenemos la sensación de asistir al teatro de nuestra vida como espectadores, mientras que otros se lanzan de cabeza y actúan con una soltura envidiable? Análisis y claves para lograr influir positivamente en nuestro destino.
Yo estaba feliz en mi mediocridad hasta que me resultó insoportable". Con estas palabras inicia el matemático y filósofo Bertrand Russell su obra La conquista de la felicidad, un ensayo en el que, partiendo de su propia experiencia personal, se pregunta sobre los motivos de ausencia de felicidad en la mayor parte de los seres humanos. No en vano, Russell pasó infancia y adolescencia contando los días de vida que le quedaban, que le parecía entonces eternos, cuando no sobrevolaba por su mente el fantasma del suicidio... Hasta que su interés por las matemáticas le proporcionó un poderoso aliciente para vivir.
Nadie sabe por qué ocurre, pero como le sucedió a Russell, llega un momento en el que nos planteamos qué estamos haciendo con nuestra vida: ¿Se han cumplido mis sueños? ¿Era esta la vida que yo esperaba? ¿Por qué me siento frustrado? Cusiosamente son muchos los jóvenes y los adultos que tienen la impresión de vivir fuera de su existencia, de no tener ningún poder sobre su propio destino. ¿Por qué? "Hay un factor de personalidad que viene determinado genéticamente y que favorece el que ciertas personas sea más proclives que otras a realizar conductas de riesgo. También la educación o la ideología familiar puede tener un peso importante. Hay familias que tienen un patrón de aprendizaje muy relacionado con miedo a enfermedades, accidentes, fracasos, etc...., que resultan muy limitadores a la hora de tomar decisiones", explica Mila Cahue, psicóloga.
Tal es el caso de Bruno, de 35 años: "Provengo de una familia donde el dinero faltaba, así que al crecer mi ambición fue enfocar mis estudios hacia una carrera que me pudiese proporcionar una cierta seguridad económica. De no haber sido así, hubiese estudiado Bellas Artes, que era lo que realmente me gustaba. Pero no me atría nada la idea de seguir muriéndome de hambre. Y la descarté". Sus elecciones posteriores de hicieron por defecto.
Preferir el riego a la comodidad
Haber tenido, como Bruno, el derecho de callarse, o el miedo a a equivocarnos, a sufrir, el temor a no conseguir estar a la altura de nuestros sueños..., son numerosas las razones que pueden hacernos preferir una existencia cómoda, previsible y sosa a la ariesgada aventura de una vida que aún está por escribir. Pero la inercia que conlleva esta es dolorosa. "Veía mi falta de ambición como una cualidad -cuenta Salomé, de 41 años-, pero me doy cuenta de que es un freno que me impide participar activamente en la vida social".
Como explica el psicoanalista Guillermo Kozaméh, "el confort es justamente el no cambio, la repetición de lo ya conocido, el lugar donde no se juegan nuevos roles o aspectos diferentes emocionales. Este lugar da seguridad, tranquilidad.Pero también es un no crecer, envejecer prematuramente, y no animarse a los cambios. Los riesgos son necesarios siempre y cuando sean realizados con una red de protección".
Hacer elecciones, aunque sean pequeñas
¿Cómo comenzar? Antes de tomar cualquier decisión, es importante tener un propósito en la vida del que ha de derivar un plan, como explica Juan Carlos Álvarez Campillo, psicólogo: "Cuando la persona actúa de esta manera, aunque los resultados no sean los que ella esperaba, al menos ha sido coherente con su plan y darán fruto en el tiempo. Es importante darse un margen de error". Después, hay que ir poco a poco porque, como indica Guillermo Kozaméh, "es difícil hacer grandes cambios".
Parece más recomendable comenzar por los pequeños, para que no se produzcan angustias intensas y desequilibrios dificiles de manejar. "Si esto ocurre, la persona, por autodefensa, tiende a regresar a situaciones anteriores a la que quiso modificar. Esto aumenta su desconfianza ante lo nuevo".
Buscar siempre nuestra propia verdad
Nos convertimos realmente en actores de nuestra vida cuando aceptamos que somos los únicos responsables de nuestra existencia. Cuando dejamos de culpar a los demás, al pasado, a las circunstancias exteriores de nuestro malestar. Solo entonces nos sentimos capaces de luchar contra la inercia que está en nosotros. Como señala Mila Cahue, "el gran reto es aaprender a desvincularse, a no tener miedo a romper con ciertas etiquetas y experimentar con los propios recursos. Aprender a ser uno mismo para poder determinar hacia dónde se quiere ir". Aceptar esta responsabilidad pasa, en muchos casos, por una etapa de depresiòn, de vacío, de soledad, pero incluso, en esta fase tenemos siempre la capacidad de escoger, incluso elegir salir a flote cuando todo se hunde.
Marta, separada y con un hijo pequeño, solo vivía para él: "Me sentía culpable por no haber logrado darle un hogar estable. Todas las tardes, volvía corriendo a casa para esta con él. Hasta que lo impensable llegó: me volvía enamorar. Quiso que me fuese con él a un viaje de un mes. Una buena amiga me propuso quedarse con mi hijo Jacobo mientras estaba fuera. Mi madre intentó disuadirme, preocupada por lo que pensarian los demás. Por primera vez en mucho tiempo, no la escuché y me marché. Era ahora o nunca. Siempre había vivido intentando contentar a los demás, preocupada por lo que pudieran pensar. Ya era hora de hacer algo en lo que creyese realmente. Paradójicamente, yéndome, me transformé en una madre mejor y además ayudé así a mi hijo a crecer y ser más autónomo".
IDEAS CLAVES
Sufrir. Son muchos los que tienen la sensacion de vivir al margen de su propia existencia, sin ninguna influencia sobre ella.
Elegir. Nadie puede vivir la vida por ti. Incluso los cambios más insignificantes son ya señaL de que estás retomando el control.
Actuar. Desde el momento en el que decides pasar a la acción, te reapropias de tu vida, y te acercas a tus deseos más profundos.
ALMUDENA ALTOZANO
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CELE. -Celestino-
"QUIEN TIENE UN PORQUÉ PARA VIVIR, ENCONTRARÁ CASI SIEMPRE EL CÓMO". NIETZSCHE