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De: cele19331 (Mensaje original) |
Enviado: 15/06/2010 21:41 |
Perdonar lo imperdonable
Nos hacemos daño. No es fácil sobrellevar el que padecemos, ni el que ocasionamos. Perdonar al otro es complejo, y no menos perdonarnos a nosotros mismos. Nos equivocamos, nos descuidamos, anteponemos a veces sin miramientos nuestros intereses. No atendemos a los efectos de nuestras acciones, no velamos por ellas, al amparo de que son auténticas y sinceras. Y provocamos una secuela de afectados que sufren por nuestro modo de ser y vivir. Resultaría indigno considerar que se trata de "efectos colaterales".
La coartada de que somos así podría considerarse una afrenta para con los otros. Ellos también, decimos, nos contrarían y nos hacen mal. Y no cabe negarlo, pero un gran pacto de indiferencia no ha de identificarse con el respeto mutuo. En ocasiones, el daño producido es incontestable. Y el que recibimos, también.
Calificamos con frecuencia de imperdonable lo sucedido. No solo es difícil perdonar, es que, más bien, no parece en absoluto interesarnos. No está claro tampoco en qué consiste no hacerlo. Necesitamos culpables. No niego que lo sean. Entre la variedad de formas de lo que denominamos no perdonar se encuentra el recrearnos en el daño padecido y el alimentar un cierto rencor. Pero no es cuestión de alterarse más o menos con sentimientos negativos. No perdonar es enquistar y clausurar un hecho, identificar y culpabilizar a su autor, hasta el punto de que nuestro corazón rompa con la posibilidad de que rebroten en esa dirección los afectos. No perdonamos, no por lo irreversible de lo ocurrido, sino porque estamos dispuestos a que resulte irreductible, él o ella lo ha hecho, ella o él son lo sucedido y lo sucedido es impresentable. Efectivamente, puede ser que lo ocurrido no sea aceptable en absoluto, pero comprender es saber que el otro es algo más que ese hecho. Resulta más difícil aún cuando se trata de toda una posición.
Pedir perdón es requerir que el otro no nos reduzca a lo pasado, a lo sucedido. Tanto uno como otro nos desplazamos de lo ya preestablecido y es el hermoso y enigmático espacio y momento de la generosidad. Perdonar lo que no tiene nombre, perdonar hasta el olvido lo imperdonable es la plena culminación de lo humano, su desbordamiento.
Perdonar no ha de ser un acto de superioridad. El perdón ha de brotar del reconocimiento de nuestras propias fragilidades, lo que no supone en absoluto un acto de humillación. Es un acto de comprensión, también para con uno mismo. Pedir perdón no es solo enunciarlo, es padecer nuestro propio rayo que ha atravesado el corazón de alguien hasta dañar su vida y es luchar, dentro de lo posible, por eludir ese mal. Esta sutil y decisiva relación entre el perdón y la justicia es la base del equilibrio social. No solo lo siento, es que te pido perdón. No es un estado de ánimo, es una acción.
ÁNGEL GABILONDO
Cele –Celestino-
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Perdonar no ha de ser un acto de superioridad. El perdón ha de brotar del reconocimiento de nuestras propias fragilidades, lo que no supone en absoluto un acto de humillación. Es un acto de comprensión, también para con uno mismo.
WOWWWWWWWWWWWWWWW CELE ES UNA GRAN APORTACION, ME ENCANTO, SIEMPRE LUCHO POR EL PERDON, ES LIBERACION, ES RECOBRAR TU VIDA, TU CORAZON, TU ALMA, ME HARIAS EL FAVOR DE PONERLO EN REFLEXIONES Y EN MUJER, NO ME GUSTARIA QUE SE PERDIESE, MIL GRACIAS AMIGO, TE QUIERO
VALERIA |
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EXCELENTEEE REFLEXION
GRACIASSS
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