Uno de los mayores privilegios que puede tener una persona, es el de ser consciente en todo momento de cuanto le rodea. Para adquirir esta conciencia, es necesario conocer la realidad de nuestro entorno y de nuestra trascendencia. No es una tarea difícil, ya que mediante la observación, con voluntad y esmero podemos llegar a relevantes conclusiones. Un buen ejemplo podría ser la observación de nuestro propio cuerpo, un 'universo en miniatura'.
Dado que mi profesión me ha permitido conocer el funcionamiento del cuerpo humano en profundidad, me gustaría comentar algunos de sus aspectos como testimonio y homenaje a su perfección y grandeza. Creo que tenemos la responsabilidad de conocer mínimamente nuestros propios cuerpos, por utilizarlos durante nuestra vida en este plano físico.
Tras estas palabras de introducción iniciaremos un breve viaje a través del maravilloso cuerpo humano que nos servirá de ejemplo para llegar a una importante conclusión, puesto que su funcionamiento refleja toda una filosofía de vida que ayuda a entender el sentido de nuestra existencia.
Nuestro cuerpo está formado por una serie de sistemas, constituidos por millones de pequeños individuos o diminutos seres llamados células, que poseen su propia identidad y que cumplen una misión determinada. Unas, por ejemplo, transportan el oxígeno de un lugar a otro del organismo; otras, constituyen el sistema de seguridad, se encargan de poner orden en los problemas y eliminar todo aquello que nos puede dañar (este sistema actúa cuando somos infectados por algún elemento extraño como una bacteria o un virus). Otras células llamadas plaquetas, tienen la misión de actuar todas juntas haciendo de cemento o tapón, sellando velozmente las grietas o heridas producidas. Otras, las células del hígado, se encargan de seleccionar y alimentar a todas las células del organismo a partir de las sustancias que hemos ingerido una vez tratadas debidamente y absorvidas por las células del estómago y del intestino. Asimismo, las células del riñón eliminan los productos tóxicos producidos por el mismo organismo para evitar posibles daños. Otro ejemplo, podría ser las células nerviosas, encargadas de que todo funcione en el orden correcto y establecido. Y otras tantas que son imprescindibles para respirar, oír, ver, oler, sentir, etc.
En definitiva, todos estos procesos constituyen una compleja ' sociedad' de células, todas ellas con sus respectivas funciones. A su vez las células forman órganos y esos órganos forman sistemas y así sucesivamente en una escala ascendente, cada vez mayor.
Además de estar continuamente activas, todas permanecen en alerta para intervenir de forma inmediata en caso necesario. En el organismo no existe ningún elemento que no tenga una función útil y necesaria dentro del engranaje general.
¿No les parece increíble toda esta maravilla?. Debo confesarles que a mí me encanta, aunque me imagino que ya lo habrán notado. Además, la mayoría de estos procesos se realizan de una forma totalmente inconsciente por nuestra parte, mientras nosotros nos desenvolvemos de modo habitual.
No es mi intención cansar al lector con demasiados detalles propios de la literatura médica, sino insistir en la gran perfección e inteligencia con la que se desarrollan todas y cada una de las funciones del organismo.
Tenemos la gran responsabilidad de cuidar y mantener nuestro cuerpo lo mejor posible, todas las células que trabajan para, por y con nosotros, se han ganado a pulso un respeto que no debemos menospreciar.
Visto lo anterior y como pequeña muestra de todas las cosas creadas, todo, absolutamente todo, está interrelacionado. Estos diminutos seres llamados células colaboran entre sí y se ayudan mutuamente. Es una gran cadena en la que uno tira del otro y así sucesivamente en una relación sin fin.