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De: cele19331 (Mensaje original) |
Enviado: 10/07/2010 10:16 |
opinión / Ángel Gabilondo
Mi habitación
Hay quienes nunca han estado en su habitación. Jamás llegaron, en rigor, a tenerla o no sintieron como algo propio el lugar en el que, quizás al acabar el día, se dejaron caer rendidos, y no siempre sólo por el cansancio. Al entrar en ella, a veces se produce una determinada familiaridad, con idependencia de que uno se sienta o no en casa. Por un lado, serena encontrarse de nuevo en el mismo lugar. Los objetos, más o menos lustrosos, desorganizados, colocados o simplemente puestos, incluso caídos, vienen a ser las cosas, nuestras cosas. Pero también en tal caso tienen una determinada organización, aunque sea la de un visible desorden. Esta sinrazón tan lógica se da a su vez en la más cuidada distribución de algunas estancias, pulcra, proporcional, simétrica, donde es suficiente con que algo, el más pequeño detalle, se altere, para que la dislocación resulte fatal.
Y, más aún, las habitaciones tienen aroma, que no es, sin más, un olor. Es algo otro. Un aroma se conforma, sobre todo, con el conjunto de palabras dichas. No sólo proferidas. En las paredes, incluso en la atmófera, se respira un cierto rumor, que tiene mucho de insonoro. Es un aire común, es un aire propio, en el que laten las miradas que se han perdido tanto que ni siquiera han llegado a clavarse en el techo. Si uno logra sintonizar con el silencio, pronto tiene que ver con él, y paladea la soledad de los recuerdos que son tan propios. Y, entonces, puede alumbrarse cierta singularidad, y estar consigo mismo. Y es posible descansar de tanto ruido vacío, de tanto cacareo, de tanto hablar sin decir.
Y, sobre todo, cuando nos hallamos en nuestra habitación, perviven los sentimientos y las sensaciones que nos envuelven, constituyendo un cierto hogar. Ahí nos atrevemos a desear, a soñar, a ilusionarnos, a aceptar claras derrotas y a disfrutar, quizás, de algunos pequeños éxitos. Si es preciso, los inventamos, o los recreamos o los esperamos. Y, tal vez, el rostro, palabra o mirada, de alguien se ofrece con tal viveza que podría llegar a ser presencia. Y se conmueven los afectos y el cuerpo parece brotarnos. Y sentimos la huella de quien, quizá sin saberlo, comparte nuestra habitación. Tirita el espacio, tiembla el tiempo y, en especial, se acelera nuestro corazón. Es un aliento simultáneo, incluso antes de suceder, incluso aunque nunca suceda. Es mi habitación. Y cuando aparece ese alguien soy suyo.
Cele. -Celestino- | | | | |
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Es un aliento simultáneo, incluso antes de suceder, incluso aunque nunca suceda. Es mi habitación. Y cuando aparece ese alguien soy suyo.
Asi es amigo.Yo a mi habitación le llamo mi isla, ya que alli me desconecto del mundo
Excelente aporte Cele
Muchas gracias!!!
Lola |
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De: Elisha |
Enviado: 10/07/2010 19:32 |
Ahí nos atrevemos a desear, a soñar, a ilusionarnos, a aceptar claras derrotas y a disfrutar, quizás, de algunos pequeños éxitos. Si es preciso, los inventamos, o los recreamos o los esperamos". Es un hermoso escrito, Cele, gracias por compartirlo.
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se acelera nuestro corazón. Es un aliento simultáneo, incluso antes de suceder, incluso aunque nunca suceda. Es mi habitación. Y cuando aparece ese alguien soy suyo.
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MI QUERIDO CELE, QUE COSAS NOS HAS COMPARTIDO EL DIA DE HOY
ASI ES NUESTRA HABITACION, EN ORDEN, DESORDENADA, PERO ES
NUESTRO SANTUARIO, DONDE NOS ATREVEMOS A SONAR, A VOLAR
Y MILLONES DE COSAS MAS, AMO MI HABITACION, LA EXTRANO, GRACIAS
POR COMPARTIRNOSLA, FELIZ NOCHE!!!
VALERIA |
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