opinión / Ángel Gabilondo
No sé muy bien qué es, pero me parece importante. Llevo tiempo dándole vueltas. Y no lo lamento. Ni lo puedo evitar. Ni lo quiero. Creo que no es falta de decisión, ni es voluntad de ocultar, es que no estoy seguro de conocer qué es eso tan importante que debes oír y que me gustaría que supieras. Es como si sintiera la necesidad de que nos sentáramos tranquilos, en un lugar agradable, y pudiéramos charlar serenamente, dejándonos decir poco a poco. Pero nunca encuentro la ocasión, siempre me resulta inoportuno, o me falta ánimo o no tengo fuerzas. Si fuera capaz de hacerlo, brotaría aquello que me resulta tan decisivo y que es muy probable que ni siquiera yo conozca. Es más, pienso que, al comunicártelo, tal vez al mismo tiempo me enterara yo. Y podría ser decepcionante, sobre todo si se constatara que es algo trivial.
Siempre considero que no te digo cuanto siento, cuanto pienso, cuanto creo, cuanto me importa, cuanto me mueve, cuanto me desespera. Sobre todo, cuanto sueño. No es que se me olvide al despertar, es que si lo sueño, despierto. Y si despierto del todo, ya no puedo ni soñar. E, insisto, no es porque lo guarde para mí. En ocasiones, no hay modo de llegar ni a las propias palabras. Son nuestras y, sin embargo, nos faltan. Están tan incorporadas a lo que somos, que son exactamente eso, cuanto hacemos y sentimos. Y ése es otro modo de hablar. Tal vez eso que no te digo se identifique tanto conmigo que al comunicártelo no me quedaría ya nada más de mí. Me vaciaría de tal modo que, en definitiva, comprobada la verdad de eso, ya no habría ni zarza, ni fuego, ni deseo en mí.
Eso que silencio, y que ni siquiera me callo, eso que no te digo es lo que me impulsa, me acerca, me sitúa a tu lado. Sólo lo guardo para ti, sólo a ti te lo diría, pero no sé qué es. No lo sé, pero compruebo que únicamente existe contigo. Me une a ti, como a ti me une lo que busco, eso que comparto sin transmitírtelo, porque sé que comprendes mejor que nadie que no lo sepa, más aún que ni siquiera pueda decirte aquello que me afecta, lo que me alienta y que nunca sería capaz ni de resumir ni de presentar. Tú comprendes que no esté al corriente ni de lo más mío. En ocasiones vislumbro que eso que no digo es algo que está en mí y que, sin embargo, me pasa en ti. Quizás eso que silencio sólo puedas decírmelo tú. Y noto que, a tu modo, me lo dices.