El que escuchas no es pasivo, no es un magnetofón que registra las ondas sonoras. Un mensaje, cuando es oído, es capaz de conmover más que si se lee en un papel o en la pantalla de un ordenador. Es verdad que no siempre lo dicho es lo mejor fórmula para comunicar. Si se quiere ser preciso con una información, mejor escribirla. Si se pretende que las palabras permanezcan y exista un testimonio de que fueron dicha, también. Y si se desea meditar sobre lo que se va a decir, o simplemente ser prudente, de nuevo, mejor escribir. Así podemos elegir las palabras exactas que definan los sentimientos, los multipliquen o los censuren.
Ciertamente, la voz delata las emociones, pero eso no necesariamente es malo, al contrario, es su gran valor. Además, pensamos que aventa las ideas, y esto tampoco es así, a las palabras no siempre se las lleva el viento, y las pronunciadas, acariciadas y revestidas por una voz pueden ser recordadas eternamente. La vos es mucho es mucho más que un vínculo para hablar, de entrada, es la más evidente constatación de la vida. Tras una situación dramática, mucho más que un correo electrónico o un mensaje escrito de móvil, la voz del ser querido al teléfono, sólo su voz, nos llena de alegría. ¡Vive! La voz es además un espejo de emociones. Las madres tenemos un sexto sentido, y cuando un hijo está lejos, sólo con las primeras palabras pronunciadas al teléfono: “Hola mamá”, ya sabemos si está triste o feliz, seguro o atemorizado. Ese espejo a veces nos descubre. Quién no se ha quedado sin habla por tensión o miedo, o quién, mientras mentía, no se daba cuenta de que su voz se alteraba como si se rebelara ante esa mentira.
Pero la voz también es un aliado, un tesoro genuino y nuestra huella dactilar más valiosa: no hay dos voces iguales. Una voz es un curriculum andante, define la edad, la cultura, la sensibilidad y hasta la inteligencia del hablante.
Cuántas voces hemos escuchado en nuestra vida y a cuántas hemos amado. Sin embargo, no acostumbramos a guardarlas como hacemos con las fotos. Todos somos muy capaces de identificar el mensaje invisible que guarda una voz en su interior. Y todos somos igualmente capaces de sucumbir a su encanto. Si la voz expresa, conmueve, delata y consuela, desde luego también enamora.