Dar nuestro tiempo
Regalar tiempo, dar nuestro tiempo, es uno de los mayores dones que hoy podemos hacernos unos a otros. "Como estás tan ocupado"; "como tienes tantas cosas que hacer"; "como nunca estás en casa"; "es que tengo miedo de robarte tiempo"... son frases que escuchamos con frecuencia... Te las dicen. Las dices.
Vamos con tiempo justo. En vez de hablar de nosotros, hablamos de lo que hacemos, de lo que nos ocupa... No nos salen palabras personales, sino palabras ocupacionales. Y se nota. Estas educan poco. Son las palabras personales las que de verdad educan y maduran. Y son las que "no tenemos tiempo de pronunciar". No tenemos tiempo. No podemos regalar tiempo...
Estamos a punto de invertir la escala de valores: llenar el tiempo de cosas, en vez de llenar las cosas de tiempo. La naturaleza se toma su tiempo para que venga el verano y el invierno, la primavera y el otoño. Nosotros funcionamos a modo de laboratorio: acelerar todo, adelantar todo... porque el primero que sale al mercado, ése gana más. Borrar el tiempo, adelantar el máximo posible... ¡Y siempre llegamos tarde porque todos vamos con prisa y nos estorbamos! Ni llegamos a tiempo nosotros, ni llegan ellos.
Y el otro y yo no nos damos cuenta de que si tuviéramos tiempo podríamos decirnos cosas más importantes.
Se impone organizar nuestro tiempo para poder regalar más tiempo a los otros.
Yo necesito tiempo para hacer mi palabra, para dejarla que brote desde el caos en que está inmersa.
El otro necesita tiempo para pronunciar su palabra, la que no existe y es posible.
Si no nos damos palabras humanas, ¿qué es lo que nos damos que sea humano?
Si no nos damos palabras humanas, ¿cómo podremos hacernos humanos?
Si no nos damos palabras humanas, ¿cómo descubriremos el secreto de nuestros corazones?
Si no nos damos palabras humanas, ¿cómo podremos marchar juntos por el camino de la vida?
Si no nos damos palabras humanas, ¿cómo podremos de verdad ser tú y yo?
¡Si no nos damos palabras humanas...!
Tener tiempo..., buscar tiempo para..., sacar tiempo para..., nos pide ser de otra manera, valorar las cosas desde otra óptica.
¡No tengas prisa, hombre!
¡No tengas prisa, hombre; quédate un poco más a nuestro lado!
¡No tengas prisa, hombre; dinos lo que todavía no nos has dicho!
¡No tengas prisa, hombre; escucha lo que todavía no te hemos dicho!
¡No tengas prisa, hombre; revela los gestos que nos calienten el corazón!
¡No tengas prisa, hombre; háblame de lo que te hace vivir, que yo también quiero vivir!
¡No tengas prisa, hombre; haz silencio conmigo un ratito, que ya estoy harto de tanto ruido y palabrería!
¡No tengas prisa, hombre; regálame lo que más necesito: un poco de tu tiempo!
¡No tengas prisa, hombre, por favor; siéntate a mi lado y contempla conmigo el paso del tiempo; es nuestro tiempo!
Rafael Prieto.