Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaraon los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos
y se abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de la enagua
me sonaba en el oido,
como pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.
( continuará )
Federico Garcia Lorca.