No es verdad que el rostro sea el espejo del alma; lo es el cuerpo entero. Sólo observándonos, un experto puede conocer mucho de nuestra forma de ser y de nuestra vida, de la historia emocional que llevamos encerrada tras la coraza muscular. En ocasiones, ni siquiera hay que ser especialista: alguien apesumbrado mantiene una postura corporal curvada; a alguien que no es feliz se le refleja en la cara. Por el contrario, la felicidad se irradia. Incluso en el amor es el cuerpo el que nos da las primeras señales: el palpitar rápido del corazón, el brillo especial, esa mirada...
El cuerpo es, sin duda, nuestro consejero más íntimo, reflejo de nuestra vida interior; sin embargo, no solemos darle su justo valor. Como explica Laura García Agustín, psicóloga clínica, "lo miramos por fuera, pero rara vez por dentro. Por lo general, no sabemos escuchar los mensajes que constantemente está enviando el organismo. Muchas personas no son capaces de observar cómo reacciona su cuerpo cuando se enfadan, sienten miedo o están tristes. Pero detectar esas señales les permitiría utilizarlas a su favor para controlar determinadas emociones, como la ira. De hecho, recientes estudios han demostrado que los pequeños arranques de ira mientras conducimos, por ejemplo, son mejores "predictores" de un infarto que fumar un paquete al día (las arterias sufren un impacto tremendo por el aumento de sustancias que se segregan con el estrés frecuente)".
Habitualmente, en lugar de escuchar esas señales, utilizamos el cuerpo como mero transporte, del que solo nos acordamos cuando se pone en "huelga", cuando surgen los síntomas. Tendemos, con demasiada frecuencia, a centrarnos en lo inmediato. "Hipertensión, dermatitis, alergia..., en unos meses -recuerda Carmen- me surgieron afecciones. Me traté con medicamentos, pero dos años después dejé de necesitarlos. Entonces, con la mente más clara, me di cuenta: todo mis males me habían coincididos con una crisis de pareja; recuperado mi equilibrio interior desaparecieron todos los problemas físicos. Hubiese ganado salud y paz interior si hubiese intentado entender la raíz del problema".
Emociones, pensamientos, sensaciones, acciones..., todo fluye por nuestro organismo. Ante una emoción, nuestro organismo es el primero que reacciona. Cuerpo y mente forman una sola unidad. Si pusiésemos todos nuestros nervios uno trás del otro, se alcanzaría una longitud de 100.000 kms. cómo recoge Jean-Pierre Barral en Comprender los mensajes de nuestro cuerpo. Somos una máquina perfecta, con un cableado en el que todo está comunicado.
Sin duda, estar atento a las señales del cuerpo nos permitirá actuar en función de sus necesidades y gobernarlo con mimo nos dará permiso para influir en sentimientos y pensamientos. "El cuerpo no solo es necesario, es maravillosos y las potencialidades que se nos abren al escucharlo e integrarlo se escapan de la imaginación -explica Axier Ariznabarreta, psicólogo-. Al trabajar con la respiración, la postura o la relajación podemos llevarle a parámetros no habituales, permitiéndole descargarse y dándole la posibilidad de estar abierto a las experiencias, recuperar la espontaneidad, fluir en cada momento". El experto invita a buscar la paz interior, a parar de vez en cuando: "Vivimos con prisa y asumimos como normal el apresuramiento que hemos construido. En el detenerse, en la toma de conciencia, es donde surge la creatividad y se amplían las posibilidades".
Conocer las capacidades físicas, intelectuales y emocionales y saber aprovecharlas pasa, como señala García Agustín, por "armonizar cuerpo y mente; ponerlos a trabajar juntos y con un solo objetivo: potenciar el bienestar y vivir con calidad. Una persona que sabe escucharse tendrá una sensación de control al saber que coordina su mente con las necesidades de su cuerpo, sabiendo parar cuando lo requiera y esforzarse cuando está preparado. Es como un corredor, conoce su cuerpo, lo coordina con su mente y saca el mejor partido a su rendimiento, sabiendo cuándo hay que apretar y cuándo soltar". Se trata, pues, de prepararse, de entrenar, de comenzar esa carrera con suavidad para, poco a poco, alcanzar el máximo de esas potencialidades que aguardan en nuestro interior.
Rosario Rey