Hoy, la sociedad valora más la imagen que el intelecto de los individuos. Además, los medios de comunicación fomentan modelos estéticos inalcanzables. Como consecuencia surgen las inseguridades y los complejos.
Pocas son las personas que se sienten plenamente satisfechas con su imagen, sus conocimientos o sus capacidades amatorias. La presión social a través de los medios, las experiencias vividas en la infancia y las particularidades de una sociedad que parece primar la belleza y la juventud por encima de otros valores son en buena medida responsables de esa insatisfacción con nosotros mismos que da lugar a los complejos. Sin embargo, aceptarnos a nosotros mismos y sentirnos a gusto en nuestra piel son algunas de las claves para encontrar la ansiada felicidad y disfrutarla.
Nosotros y nuestro cuerpo
¿Cómo influye el hecho de sentirnos conforme con nuestro aspecto en nuestro grado de felicidad? "Es fundamental sentirse bien con uno mismo para ser feliz tanto a nivel físico como psicológico -responde la psicóloga Mercedes Calero-. La necesidad de sentirse conforme con el aspecto físico para ser feliz no es igual en todas las personas, sino que dependerá de la autoestima que cada uno tenga. A menos grado de autoestima mayor necesidad de sentirse conforme con su imagen y más exigente".
Pero en una sociedad como la nuestra, marcada por la tiranía de la imagen y en la que los estándares de belleza son muchas veces inalcanzables, las revistas que ofrecen modelos de falsa perfección gracias a las técnicas de retoque, los complejos físicos están a la orden del día. Una presión social que es especialmente hiriente con las mujeres, tradicionalmente más valoradas por su aspecto que los hombres. "Los ideales estéticos son mucho más exigentes con nosotras, actualmente la mujer aparece en los medios de comunicación como perfecta. No se nos permite ni una sola arruga, ni un milímetro de celulitis. La sociedad no deja de ser machista y valora a una mujer por su belleza y juventud", concluye Mercedes Calero.
Aunque, cada vez más, también los hombres sufren la presión social para alcanzar un cuerpo perfecto. "No hay elección. A los 30 años o eres musculoso o no eres nadie", se indigna Nicolás, arquitecto de 32 años. Las imágenes de los hombres de cuerpos perfectamente trabajados cada vez son más comunes en los medios de comunicación y ejercen una presión evidente. Y es que los modelos estéticos evolucionan y, en la actualidad, el poder de los medios a la hora de imponer nuevos estándares de belleza es incuestionable. "Los complejos están directamente relacionados con el ideal estético de la época. Actualmente casi nadie se siente mal por muy delgado que esté y, en cambio, en otras épocas la delgadez estaba relacionada con la pobreza", explica Calero.
Nuestra obsesión por la belleza también ha llevado a trivializar muchas veces las operaciones de estética. Un recurso que, si bien es aconsejable e incluso necesario en algunos casos, muchas veces está mal utilizado. Como nos comenta Mercedes Calero: "Es necesario aprender a aceptarnos tal y como somos y mejorar nuestra autoestima. Sólo hay que modificar un complejo grave si se da dentro de una personalidad sana, porque sino corremos el riesgo grave de entrar en un círculo obsesivo difícil de romper y estar constantemente en el quirófano".
Nosotros y nuestras capacidades mentales
Normalmente, al hablar de complejos todos tendemos a relacionarlos con alguna parte del cuerpo, es decir, identificamos complejo sólo con complejo físico. Sin embargo, también son muy frecuentes los complejos relacionados con nuestras capacidades intelectuales o nuestro nivel cultural. "Lo cierto es que, según lo que nosotras nos hemos encontrado, son más frecuentes los complejos psicológicos, lo que ocurre es que las personas no suelen categorizarlos como complejos, sino como hechos irrefutables. Suelen decir: "Tengo complejo de delgada". Pero en cambio no dice: "Tengo complejo de que se me dan mal los estudios", sino: "Soy negada para los estudios"". Corroboran las psicólogas Mireia Golobardes y Mónica Javaloy.
En un reciente sondeo realizado por la edición francesa de PSYCHOLOGIES, el 69% de los encuestados declaraba no estar seguro de ser inteligente, un porcentaje que en el caso de las mujeres se elevaba hasta el 72%. El mismo sondeo revelaba que un 69% dudaba si sabía expresarse verbalmente, porcentaje que una vez era aún mayor entre las mujeres, alcanzando el 72%. Existe una estrecha relación entre la capacidad de expresarse y cultura. Así, no resulta extraño descubrir que el 70% de los participantes en dicho sondeo se consideraron poco cultivados.
Al mismo tiempo, una cuarta parte de los hombres y casi el mismo porcentaje de mujeres se declaraban avergonzados por su nivel de estudios. En una época en la que las puertas de la universidad se abren a un número cada vez mayor de personas, el sentimiento de no poseer un bagaje intelectual suficiente conduce a sentirse inferior respecto a aquellos que están más preparados.
Nosotros y el sexo
La misma muestra revelaba que casi un tercio de los encuestados (32,4%) no estaba seguro de sus competencias sexuales. En este caso son los hombres los que tienen mayores dudas, algo que no es de extrañar, puesto que socialmente y psicológicamente ellos son, mucho más que las mujeres, prisioneros del deber de ser sexualmente excelsos. Su narcisismo y la fortaleza de su autoestima dependen directamente de sus habilidades y proezas amatorias. De nuevo, la influencia de los medios de comunicación, especialmente de la industria del cine porno, tiene mucho que ver en la propagación de este tipo de ideales inalcanzables. El hecho de intentar emularlos o de compararnos con ellos favorece la aparición de inseguridades y, en última instancia, de complejos.
Nosotros y la edad
"Me he sorprendido a mi mismo en flagrante delito de agresividad hacia un joven que acaba de entrar en la empresa -explica Javier, analista financiero-. Tiene 26 años, es competente, enérgico y domina a la perfección toda las nuevas tecnologías. Para mí, que tengo 52 años, es insoportable." Al mismo tiempo que la experiencia profesional cada vez se valora menos, las heridas del tiempo se hacen más crueles. Pasados los treinta se te retira la etiqueta de joven.
La sociedad de la juventud nos envía directamente a la vía de la infantilización y la irresponsabilidad. El complejo de Peter Pan afecta especialmente a los hombres que piensan que comportarse y vivir como niños es una consecuencia directa de ese imperativo imposible: el de permanecer joven. Pero si el clan de esos "hombres Peter Pan" no deja de crecer es también porque cada vez hay más que deben soportar un ego tambaleante. "Hoy en día las mujeres nos piden ser excelentes en todos los terrenos, trabajo, familia, sexo, desarrollar nuestro lado femenino pero seguir siendo hombres -se queja Rybñen, 35 años-. No encontramos la manera de satisfacer tantas exigencias. ¡Yo dimito!".
Pero el miedo a envejecer no es exclusivo del mundo de los hombres. La obsesión por la juventud que caracteriza a toda nuestra sociedad provoca que, aunque los complejos tiendan a disminuir a medida que maduramos, a todos nos asalten nuevas dudas sobre nuestro aspecto con los primeros signos de envejecimiento. "En la etapa de acercamiento a la vejez algunas personas (mujeres sobre todo) se resisten a envejecer y presentan complejos que hasta entonces no habían aparecido", señala la psicóloga Mercedes Calero.
NURIA BERLANGA