cómo tomar decisiones
FASE 5
Pasa a
la acción
Una vez hemos tomado una decisión que lo más difícil: llevarla a la práctica. Recordad cuáles son los motivos que nos llevaron a tomarla y no dejarnos dominar por el miedo a equivocarnos nos ayudará a pasar a la acción.
Cambiar de casa, dejar la ciudad para ir a vivir al campo, tener un hijo, romper una relación que nos hace infelices, dejar de fumar… Una vez hemos tomados una decisión, escuchando nuestros deseos, prestando atención a nuestra intuición, estando abiertos a las opiniones de los demás para contrastarlas con las nuestras y reforzar, o modificar, si lo creemos necesarios, nuestro rumbo, llega el momento de pasar a la acción. Por ello, es necesario de nuestras decisiones estén bien fundamentadas. De esta forma podemos recordar los argumentos que nos llevaron a tomar dicha elección cada vez que tengamos dudas sobre su idoneidad y a ser firme a pesar de las posibles dificultades que podamos encontrarnos en el camino.
Cimentar nuestra decisión
Para actuar, es necesario liberarse al máximo de los miedos, las inhibiciones, las dudas. Cuanto más hayamos meditado nuestra decisión, más firme será. Como explica el psicólogo Jordi Isidro Molina: “Un buen procedimiento para decidir, en el caso de que sea una decisión racional en la que tengamos bastante tiempo de reacción, sería hacer individualmente un análisis del problema. Seguidamente, si la decisión lo permite y si es necesario, entraríamos en una fase de recopilación de información, que consiste en comentarlo a gente de nuestro entorno. Sería bueno que estas personas fueran lo más expertas posible en el tema a tratar. Finalmente, mezclar nuestra propia información con la de la persona o personas que nos han aportado la suya y llegar a una conclusión final, que podría ser más cercana a la nuestra o a la de la gente a la cual hemos pedido su opinión, y en el caso de tener dudas entre una y otra, fiarnos siempre de nuestra propia decisión, ya que, seguramente, seremos nosotros los que tendremos que responder a la responsabilidad y consecuencias que conlleve esa decisión”.
Ya sean razonadas con tiempo o tomadas de forma rápida e instintiva, la última palabra de nuestras decisiones siempre debe ser nuestra porque somos nosotros los que viviremos sus consecuencias, Sin embargo, ello no debe paralizarnos a la hora de actuar.
Valor de la acción
Cualquier decisión implica un margen de error, y para poder avanzar y pasar a la acción hemos de concedernos el derecho a equivocarnos. “El bloqueo y la imposibilidad de toma de decisiones aparecen cuando empezamos a temer por las posibles consecuencias de esa decisión y nos quedamos paralizados buscando una respuesta que nos asegure el éxito –señala Molina-. Por eso hay que tener claro que es mejor decidirse, arriesgarse y equivocarse que quedarse bloqueado y no decidir nada.”
Y es que pasar a la acción y atrevernos a llevar a cabo nuestras decisiones, es imprescindible que asumamos que siempre existe un margen de error, que nadie puede predecir el futuro y que lo único que podemos hacer es poner lo mejor de nosotros mismos para intentar alcanzar nuestros objetivos. Recordando que no actuar es renunciar a ser protagonistas de nuestra propia historia y nos puede llevar a una sensación generalizada de imptencia.
“La inactividad nos lleva a la frustración y la frustración, a la ansiedad y a la depresión. En cambio, la decisión activa la sensación de sentirnos vivos, de que tenemos el control de nuestra vida y de que nos puede llevar hacia el éxito o el fracaso. Si actuamos así, al menos tenemos un 50% de posibilidades de llegar a un resultado positivo, mientras que si permanecemos inactivos, las posibilidades de llegar se reducen hasta el 0% y nos acabaremos frustrando.”
El valor de la constancia
Cualquier decisión que implique cambiar algún aspecto de nuestra vida –desde empezar a ir a un gimnasio a mudarnos de casa- requiere un esfuerzo de nuestra parte. A menudo, ante las dificultades es fácil caer en el desaliento o buscarnos excusas para boicotear nuestros propósitos. Por ejemplo, esta semana no iré a hacer deporte porque estoy muy cansado, pero la semana que viene seguro que iré todos los días; o está todo muy caro, mejor me espero unos meses para empezar a buscar una nueva casa. Para mantener en nuestros propósitos a la hora de pasar a la acción es importante que recordemos qué nos llevó a tomar esa decisión –estar en forma u mejorar nuestra salud p encontrar una casa que se adapte mejor a nuestras necesidades- para no desfallecer en el intento y seguir adelante.
El valor de la coherencia
Como señala la psicóloga María Nieves vera: “No es suficiente ser conscientes de la necesidad de cambiar y tomar la decisión de hacerlo. Es necesario pasar a la acción y practicar esas nuevas formas de comportase”. Enfrentados al miedo al cambio, al temor a equivocarnos o al hecho, implícito en cualquier elección, de tener que renunciar a algo, en numerosas ocasiones nos cuesta enormemente pasar a la acción. Sin embargo, el esfuerzo merece la pena. Porque cuando actuamos en coherencia con nosotros mismos, no sólo sentimos que estamos en el camino correcto, sino que también mejora nuestra autoestima. Relativizar la idea del éxito y fracaso, ser realistas para ser capaces de asumir las consecuencias de nuestros actos y mantenernos atentos a nuestros deseos nos ayudará a pasar a la acción y a llevar a cabo nuestras decisiones.
JOANA ARBIOL
Cele -Celestino-
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