La participación de los niños en los conflictos armados o en las guerras no es una realidad nueva. De hecho, según la UNICEF el término infantería proviene de infant, la palabra en latín para niño, por lo que se entiende que desde la antigüedad los menores han tenido un papel en la guerra. Sin embargo, en las últimas décadas, debido al interés creciente de los organismos internacionales y de los gobiernos por proteger los derechos de los menores, se ha prestado especial atención a la figura de los niños soldado y se están desarrollando los mecanismos para impedir que los grupos armados o los gobiernos recluten a personas con menos de 18 años.
Los niños soldado son, según la definición de Naciones Unidas, niños asociados a fuerzas armadas o grupos, es decir, cualquier persona menor de 18 años que ha sido reclutada o utilizada por un grupo o fuerza armada para hacer de guerrillero, cocinero, mensajero o espía, entre otras funciones, o como objeto sexual. Por lo tanto, el término no sólo se refiere a los niños y niñas que participan de forma directa en los conflictos, sino que también alude a los niños que participan en las actividades paralelas.
Graça Machel, exministra de Educación de Mozambique y compañera de Nelson Mandela, presentó en 1996 un informe sobre la repercusión de los conflictos armados sobre los niños. Fue un documento revelador, objeto de la mirada internacional y una llamada a la acción, ya que sentaba las bases del programa que serviría para proteger a los niños víctimas en todo el mundo de los conflictos armados.
Uno de los problemas más graves es que muchos de los niños soldado viven toda su infancia en el campo de batalla. Los conflictos africanos de las últimas décadas se han prolongado durante años y esto provoca que muchos chicos y chicas no hayan conocido otra realidad en su infancia más allá de la guerra. Olara Otunnu, el primer representante especial del secretario general para la cuestión de los niños y los conflictos armados nombrado un año después de la presentación del informe de Graça Machel, destaca que la participación de los niños en los conflictos armados supone la destrucción de la sociedad. Cuando estos menores lleguen a la edad de trabajar, no tendrán formación alguna para desarrollar un oficio o trabajo. Por lo tanto, el reclutamiento de niños soldados hipoteca el futuro de un país, que verá cómo sus nuevas generaciones adultas no están capacitadas para llevar a cabo actividades profesionales.
Las tareas de los menores en la guerra son muy variadas. Los más pequeños suelen tener la edad de siete años, por lo que se les encomiendan tareas como hacer de mensajeros o espías. Los comandantes rebeldes valoran que los niños hacen un muy buen trabajo a la hora de conseguir información sobre el enemigo porque “cruzan la línea y nadie sospecha de ellos puesto que son demasiado jóvenes”. Cuando ya llegan a la edad de diez, ponen en sus manos el rifle o la pistola semiautomática. Empiezan como ayudantes y acaban en el campo de batalla.
Son niños con una infancia truncada y con un futuro poco esperanzador. Se calcula que en el año 2004 había entre 250.000 y 300.000 menores de 18 años combatiendo en los diferentes conflictos del mundo, y 120.000 de ellos estaban luchando en África.