¿Volver a ser soltera ahora? Sería una locura. ¿Dimitir? ¡Un suicidio! La crisis resfuerza nuestras actitudes más precavidas. Pero, ¿debemos mantener un trabajo cuando cada mañana se nos hace un nudo en el estómago al pensar en ir a la oficina? ¿Aceptar las humillaciones de un jefe despótico? ¿Mantener una relación que ya no nos aporta más que tristeza o desaliento?
Nuestra felicidad no puede depender de una crisis económica. Podemos retomar nuestros sueños y nuestras aspiraciones.
Afrontar nuestros miedos
A la hora de emprender el camino del cambio lo más importante es escucharnos a nosotros mismos, para ser capaces de localizar de dónde proviene nuestro malestar, y encontrar en nuestro interior la fuerza necesaria para modificar aquellos aspectos de nuestra vida que nos hacen desdichados. Sin embargo, ¿cuántas veces a lo largo del día mentimos sobre nuestro estado general? Sobre cómo nos va en nuestra vida personal o profesional. Algo lógico cuando se trata de un simple contacto de cortesía, pero, en la intimidad, también muchas veces nos mentimos a nosotros mismos.
A menudo, instalados en un día a día que no nos satisface lo suficiente, pero que nos proporciona seguridad, preferimos autoconvencernos de que todo está bien que afrontar la posibilidad de emprender un nuevo e incierto camino. Otras veces, incluso siendo conscientes de que nuestra situación profesional, familiar o de pareja es insostenible, nos resistimos al cambio por miedo al fracaso. "Las crisis conectan con nuestras partes más vulnerables y con situaciones traumáticas del pasado que tal vez no fueron del todo resueltas, por ello cambiar, casi siempre, nos da miedo, por el riesgo que supone no tener la confianza absoluta del éxito", señala la psicóloga María Sánchez Jiménez.
Pero ser capaces de dar el paso y procurar vivir según nuestros propios anhelos, nos ayudará a sentirnos mejor con nosotros mismos : "Atrevernos y aceptar el riesgo es parte de nuestro crecimiento".
Optimismo y realismo
Cambiar es atrevernos a emprender un nuevo camino y hacerlo desde una convicción íntima, en el momento que sintamos la fortaleza necesaria para afrontar nuestro miedo a lo desconocido.
Como subraya la psicóloga: "Debemos tener conciencia de nuestros límites psicológicos y, sobre todo, emocionales, para no correr riesgos excesivos que nos sobrepasen, y esperar recuperarnos para encontrar el momento óptimo, siempre en una actitud activa. La fuerza surge de nosotros mismos". Y si estar descontentos con algún aspecto de nuestra propia vida o con la forma en que nos relacionamos con los demás es el principal motor para el cambio, tampoco podemos esperar que la nueva situación esté exenta de problemas y dificultades.
"La motivación para el cambio casisiempre surge de un grado de insatisfacción en cualquier área de nuestra vida. Pero no podemos instalarnos en la insatisfacción para iniciar cambios porque la satisfacción total es inalcanzable. Debemos ser optimistas pero realista".
Recconocer la necesidad
En ocasiones, la necesidad de cambio resulta evidente y debemos afrontarlo con la seguridad de que será para mejorar. "Cuando la situación personal actual es insostenible y se refuerza con comportamientos y actitudes cronificados, perjudiciales para nuestra autoestima, debemos hacer un esfuerzo para iniciar el cambio y sostener la convicción de que éste nunca será para empeorar, sino una opción de libertad y crecimiento personal", señala la psicóloga.
En otras, a pesar de no haber tomados aún conciencia de que alguna parcela de nuestra vida nos produce insatisfacción y de que en nuestro fuero interno deseamos cambiar, si prestamos atención a todo lo que habla de nosotros (palabras, sueños, cuerpo) averiguaremos la raíz de nuestro malestar y encontraremos la manera de volver a contactar con nuestros anhelos y nuestras necesidades.
Alimentar la autoconfianza
Sin duda, a la hora de emprender el camino del cambio, confiar en nuestras propias capacidades y en nuestra habilidad adaptativa nos ayudará a superar nuestros miedos y a asumir los posibles riesgos. Una seguridad en nosotros mismos que, como nos recuerda María Sánchez, se construye durante la infancia: "El apoyo y comprensión son fundamentales para el crecimiento y la autoconfianza, sobre todo cuando somos niño/as. Sin ellos, la confianza básica del asulto va a ser deficitaria". Pero no podemos esperar sentirnos igualmente protegidos por nuestro entorno en la edad madura. "Al crecer no podemos pedir un apoyo incondicional. Debemos identificar nuestros propios recursos y buscar un entorno facilitador, es decir, equilibrar la capacidad personal construida por nosotros mismos, pero sotenida por una base afectiva que nos permita vernos como individuos, ni incapacitados ni omnipotentes".
NÚRIA BERLANGA
Cele -Celestino
© Fondo Y Tag Luz Marina R
|