El mundo va de mal en peor, los hombres no son buenos más que para pelear entre ellos, es demasiado tarde para salvar el planeta... A diario somos bombardeados por comentarios que nos trasmiten una visión catastrófica del mundo. Hasta el punto es así que muchas veces parece que ser pesimista sea sinónimo de ser realista, mientras que la persona optimista es vista como alguien que vive en una burbuja, en un mundo de color de rosa, ajena a la realidad. Sin embargo, Yolanda Ruis nos recuerda que, "en primer lugar, debemos plantearnos qué es ser realista. El ser humano interpreta la realidad según sus experiencias, vividas, aprendizajes, sentimientos, pensamientos...
Una persona pesimista tenderá asentir las cosas como negativas, mientras que el optimista las percibirá como positivas".
Una cuestión de actitud
"Un optimista ve una oportunidad en cada calamidad, un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad", dijo Winston Churchill. Como bien expresó en esa sentencia, el optimismo o el pesimismo tienen menos que ver con lo que nos ocurre que con cómo enfocamos lo que nos ocurre.
"El verdadero optimista verá el vaso medio lleno en vez de medio vacío. Más que una forma de ser, se trata de una actitud -indica Yolanda Ruiz-. La capacidad de frustración es la clave, ello nos permitirá crecer y aprender de las situaciones negativas de la vida, superarlas y dirigirnos hacia otras experiencias más gratificantes." Así, el optimismo va ligado a nuestra capacidad de resilencia, o lo que es lo mismo, a nuestra habilidad para hacer frente a las dificultades, muchas veces descubriendo una fuerza interior única que ignorábamos poseer y que manteníamos sin desarrollar,en estado embrionario.
Superar las dificultades
En los momentos de crisis, el optimismo nos anima a seguir adelante, confiando en el futuro y en nuestras propias capacidades. Por ello, el optimismo suele ir ligado a una buena autoestima que nos hace confiar en nuestros propios recursos. De este modo, mientras el pesimismo parece invitarnos a la inacción, al pensar que hagamos lo que hagamos todo seguirá igual o peor, el optimismo nos anima a actuar para superar la adversidad. Como explica la psicoterapeuta; "El optimista conoce y busca el modo de satisfacer sus necesidades, no permanece pasivo ni espera que le gratifiquen. El pesimista responsabiliza a los demás de sus frustración, adopta una actitud victimista y manipula para obtener lo que desea".
De esta forma, el optimismo nos lleva a responzabilizarnos de nuestra propia vida, ayudándonos a superar las dificultades, mientras que las actitudes pesimistas nos hacen caer muchas veces en el conformismo, a refugiarnos en la creencia de que no tenemos ninguna capacidad para actuar sobre nuestra vida y lo que nos rodea. Aunque, como nos recuerda Yolanda Ruiz, siempre es necesario el equilibrio. "Todos tenemos la polaridad optimista y pesimista, lo construtivo es integrarla y llegar a un punto medio".
Cultivar el optimismo
Si bien es cierto que hay personas que son optimistas por naturaleza y otras que tienen mayor tendencia a la negatividad, el optimismo se puede cultivar. Un buen principio para ser optimista es lograr identificar nuestros mantras negativos- "Todo está muy mal", "Nada va a cambiar", "No voy a poder"- y cuestionarlos en vez de tomarlos como certezas, preguntarnos si nos desmotivan y suprimirlos una vez hemos tomado conciencia de su mala influencia. También disfrutar de los pequeños placeres de la vida. Todos esos momentos que nos conectan con el aquí y el ahora alimentando nuestro optimismo. "Siempre y cuando -señala Yolanda Ruiz- no sea una forma de escapar y negar la frustración. Hoy día se fomenta mucho el ser optimista, ver sólo lo positivo, disfrutar de la vida y el placer. Eso, llevado al extremo, pueda llegar a ser una manera de evadirse de los problemas, negarlos, y puede hacer que nos comportemos compulsivamente para compensar el malestar interno", Así, encarar la vida con optimismo no significa que debamos obviar los problemas, sino al contrario; debemos ser capaces de afrontarlos y esforzarnos en solucionarlos, confiando en nuestras propias capacidades, pero siendo también conscientes de nuestras debilidades y de las dificultades a las que no enfrentamos.
Relaciones equilibradas
Contar con una buena red social y familiar de apoyo es muy importante. Tener cerca personas que nos brinden su afecto y su comprensión, tener la oportunidad de expresar aquello que nos preocupa y, por supuesto, compartir lo bueno que nos ocurre, sin duda nos ayuda a tener una visión más positiva de todo lo que nos rodea, así como de los acontecimientos que ocurren. También lo es procurar que dichas relaciones sean sanas y equilibradas, sin caer en la dependencia emocional o en la dominación. "Todo en la medida adecuada o beneficioso, mientras que lo que llevamos al extremo es perjudicial. Las relaciones sociales enriquecen a la persona. Si necesita constantemente del otro, se reduce su autoestima y se convierte en un individuo que necesitará reconocimiento externos externo continuamente. Se convertirá en un ser dependiente y, por tanto, manipulador. Si son equilibradas son sanas y reforzarán su individualidad".
JOANA ARBIOL
Cele -Celestino
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