El talento de Alfred Hitchcock como maestro del suspense es indudable, como lo es el hecho de ser uno de los pocos directores de cine cuyo carisma atrae al público desde hace ya más de 50 años.
No hace falta ser un gran cinéfilo para conocer el trabajo del enigmático británico que conquistó Hollywood, a pesar que lo hiciera sólo en las salas de cine. Y es que Sir Alfred Joseph Hitchcock nunca recibió un Oscar. La Academia lo denominó en seis ocasiones, pero tan sólo le permitió levantar la estatuilla en 1968. En ese momento, el director británico se tomó la revancha a toda una vida profesional ignorada, e incluso, maltratada, por los críticos. Durante el discurso de agradecimiento, cuando todo el mundo esperaba una apología cargada de cinismo e ironía, Hitchcock se ciñó a un “gracias” y abandonó el estrado.
Ese carácter se forjó en el seno de una familia que, como él mismo explica: “Adoraba el teatro; formábamos un grupito bastante excéntrico, pero yo era lo que se llama un niño bueno. En las reuniones familiares permanecía sentado en mi rincón”. Quizá fuera esa soledad infantil la que favoreció el desarrollo de esa mente prodigiosa de la que salieron auténticas joyas del cine.
Contador de historias
De la infancia en un rincón del salón a las salidas de juventud por los teatros y cines. El interés del pequeño Alfred por el teatro se convirtió con los años en devoción por las historias contadas por otros, ya fuera sobre un escenario o en la gran pantalla. “Iba mucho al teatro, pero el cine me atraía más y sentía mayor interés por los filmes americanos que por los ingleses”.
Esta predilección por el estilo norteamericano marcó su trayectoria profesional. El productor de Lo que el viento se llevó contrató a Hitchcock en 1938, y un año después el director de trasladaba a la glamorosa Hollywood. No tardó en conquistar a los americanos, pero no a la crítica. Hitchcock era consciente de ello, pero poco le importaba. Su forma de entender el cine era clara: “Rodar películas quiere decir ante todo contar una historia. Esta historia puede ser inverosímil, pero jamás banal”.
“Ingrid, me muero”
Con esta frase comenzó la última conversación con la que fue una de sus musas, Ingrid Bergman. El 29 de abril de 1980, 25 años, Alfred Hitchcock fallecía en su casa de Los Ángeles. “Me retiraré cuando muera”, había prometido en una ocasión. Y, tras 53 películas, cumplió su palabra.
Cele -Celestino-
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