Historia de amor
Mercedes Margarita Strickler Kahlow nació un 21 de diciembre de 1916 en la zona rural de Humboldt, provincia de Santa Fe.
Descendiente de alemanes y suizos, desde muy pequeña y junto a su hermana menor Ernestina y a sus padres: Alberto Strickler y Margarita Emilia Kahlow supo del esfuerzo y la dedicación necesaria de las tareas del campo.
A los siete años comenzó a colaborar en los trabajos del tambo. Como en ese entonces no había luz eléctrica, el ordeñe se realizaba en forma manual, muy temprano, “a la una de la mañana y a la luz del farol a kerosén”, según sus propios relatos. También trabajaba en la quinta, cuidaba los pollos y demás actividades propias del ámbito rural.
Su vida transcurría en el campo y de vez en cuando alguna salida al pueblo, distante a pocos kilómetros de su hogar, especialmente a los bailes que allí se hacían.
En una de aquellas ocasiones, allá por el año 1939, llegó al pueblo un conjunto teatral integrado entre otros artistas por Ramón Sixto Ríos (1913 - 1994), nacido en la ciudad entrerriana de Federación y criado en Goya, provincia de Corrientes. Ramón era un joven muy apuesto que tocaba la guitarra y que al conocer a Merceditas, en uno de los intervalos de la obra en donde se bailaba, quedó deslumbrado y la invitó a bailar. Fue ese el inicio de una gran historia de amor.
“Era un hombre bueno, simpático, inteligente y poeta. Esa noche yo llevaba un vestido blanco y él un traje azul que le quedaba pintado. Vino al pueblo como guitarrista de una compañía teatral y después se acercó hasta el Sarmiento, un salón donde yo estaba con un grupo de amigas”, recordaba ella de ese día.
De grandes ojos azules, de cabello enrulado, dorado como el trigo de sus campos, fue esencialmente muy libre, dueña de una personalidad muy fuerte, razón tal vez, por la que deslumbró a Ríos.
Tal fue el amor que un día Sixto decidió ofrecerle casamiento y llegó a su casa con los anillos pero ella, a pesar que contaba con la aprobación de su madre y de su padrastro (Alberto Strickler había fallecido cuando ella era pequeña), le dijo que no; tenía por entonces 24 años.
Tiempo después en todas las radios sonaba la canción “Merceditas”, éxito que se convirtió en un clásico de la música popular. También Sixto le dedicó otras dos canciones: “Pastorcita de la flores” y “Las glicinas”, que no alcanzaron la trascendencia de la anterior.
La vida de ambos transcurrió por distintos caminos: Mercedes en su casa, en sus tareas rurales, en su patio perfumado de glicinas, con sus grandes compañeros, un sin fin de perros, gatos, loros; pero, también, a la vanguardia de su época, con su campera de cuero, sus botas, su moto, sus viajes de vacaciones a las sierras de Córdoba, lo que más de una vez provocó el hecho de no ser bien vista por los habitantes del pueblo.
Por su parte Sixto, siguió viviendo en Buenos Aires y allí se casó, pero sin embargo, según él mismo lo dijera, nunca olvidó a Mercedes. Durante 40 años no volvieron a verse, pero cierto día la revista porteña Semanario, publicó un reportaje a Mercedes donde ella contaba su historia. Dicho ejemplar llegó a las manos de Sixto que había quedado viudo al poco tiempo de casarse, y es así como él le escribió una carta invitándola a Buenos Aires.
Con la ayuda de un grupo de mujeres de Humboldt se llegó hasta allí. El reencuentro se produjo y volvió con la remembranza de su historia a cuestas. Él volvió a proponerle matrimonio pero una vez más ella le dijo que no. Volvieron las cartas que solo se vieron interrumpidas aquella Navidad cuando Sixto después de un accidente fallece, llevándose consigo sin duda, el recuerdo de quien inspirara su vida y su obra.
“Compartimos buenos momentos, pero fue mejor vivir así. Yo nunca quise perder mi libertad y Ramón siempre estaba yendo y viniendo. Viví un amor de leyenda. Nadie me amó tanto como él…” de esta manera Merceditas concluía aquella historia, la de su vida, la de su amor.
A los 84 años, el 8 de julio de 2001, luego de padecer una enfermedad terminal, su vida se apagó, pero no el misticismo que provocó aquella historia de amor eternizada en los acordes de la conocida canción hecha chamame Merceditas .
Que dulce encanto tiene
en mis recuerdos Merceditas
aromada florecita
amor mío de una vez.
La conocí en el campo
allá muy lejos, una tarde
donde crecen los trigales
provincia de Santa Fe.
Así nació nuestro querer
con ilusión, con mucha fe
pero no se porqué la flor
se marchitó y muriendo fue.
Como una queja errante
en la campaña va flotando
el eco vago de mi canto
recordando aquel amor.
Porque a pesar del tiempo
transcurrido es Merceditas
la leyenda que palpita
en mi nostálgica canción.
Y amándola con loco amor
así llegué a comprender
lo que es querer, lo que es sufrir
porque le di mi corazón.
QUE DESCANSES EN PAZ
INOLVIDABLE SANDRO...