opinión / Pilar Varela Abrázame fuerte De todo lo que saben hacer los brazos, lo más bello es abrazar; y también lo más profundo; mucho más que bailar, nadar o conducir porque estrechar a alguien entre los brazos sale del alma. Al nacer nos recibe un abrazo y esa experiencia, recordada como un refugio, queda para siempre en la memoria. Abrazar tiene muchos sentidos. Uno es compartir alegrías, los deportistas celebran su júbilo en un abrazo múltiple, de seis o siete abrazadores, contagioso, al que apetece incorporarse. El compromiso también se escenifica con un abrazo; el de los políticos es frío, pero efectivo para la foto. Muy distinto es el abrazo que acude a la llamada de la tragedia, entonces, cuando no hay palabras, los brazos se tornan elocuentes y consuelan. Otras veces no es la desolación, sino el miedo lo que se conjura con la fuerza de unos brazos, nadie nos va a hacer daño si estamos en la cueva de un pecho, porque en un abrazo intenso hay más seguridad que en el interior de un coche blindado. Y también hay más calor real, como sabe el inmigrante agotado y tiritando al que un voluntario calienta abrazándole desesperadamente en una playa. Pero los más deseados son los abrazos amorosos. Entonces abrazar es aferrar, sujetar, envolver, encarcelar un poco… no queremos que esa persona se vaya nunca. Cuando se abraza con los ojos cerrados se detiene el mundo por un momento, un segundo eterno -"abrázame mucho", "quédate así"- luego se recobra el movimiento. Las cosas que más valen no pesan, sostiene un dicho. Los abrazos son gratuitos, y además no se acaban, lo cual es estupendo; pero tampoco se adquieren y eso es peor. Alguien desearía ser abrazado, pero no lo consigue, porque para abrazar se necesitan dos. "Se regalan abrazos", anunciaba un individuo en la calle y varias personas se acercaron para aceptar el regalo. ¿Eran curiosos, quizá conmovidos, o tal vez solitarios, necesitados de sentir un cuerpo, unos brazos, unas manos abiertas en su espalda? Algunos no pueden abrazar y otros no saben hacerlo, se contraen ante la proximidad, se retiran quizá solo un milímetro, pero es un abismo para el afecto. Unos y otros se pierden algo grande, sin embargo todos deberían reivindicar ese derecho, porque sin abrazos la vida merece menos la pena. En un abrazo se encuentra de todo: refugio, compasión, ternura, calor, seguridad y hasta un vestido. Yves Saint Laurent lo sabía bien cuando afirmó que "lo que mejor viste a una mujer son los brazos del hombre al que ama". Cele –Celestino-