Algunas palabras o imágenes que nos llegan en ocasiones desde Internet nos conmueven especialmente. En  mi caso sentí algo similar ante las palabras de Audrey Hepburn y las fotos de su rostro, rebosante de vitalidad, fruto de su experiencia como mujer madura. De niña, estuvo a punto de morir de hambre en los devastados Países Bajos de posguerra y salvó su vida gracia a la ayuda de las Naciones Unidas. Ya en el final de sus días, cuando le preguntaban por sus secretos de belleza, respondía sin dudarlo: "Para tener unos ojos bonitos, rodéate de personas generosas. Para mantener la figura, comparte la comida con alguien que pase hambre. Para tener un pelo bonito, deja que un niño lo acaricie con sus dedos. Las personas, mucho más que las cosas, necesitan ser restablecidas, reavivadas, recuperadas y perdonadas; no se debe rechazar nunca a nadie. La belleza de una mujer no reside en la estética de su cara, sino en el reflejo que proyecta su alma cuando procura atenciones con amor y demuestra pasión en lo que hace. La belleza de una mujer crece con los años".

  Soy consciente de que aún estoy muy lejos de poder percibir la belleza de esta manera o de no rechazar a un ser humano. Podría optar por dejar fluir estas frases como un ideal inalcanzable. Sin embargo, si decido dejarme llevar por esta visión altruista y generosa, noto cómo una cálida emoción crece dentro de mí. Algo en mi interior se activa y hace sentirme más próximo a lo real y lo justo, a lo que hay de valioso en mi persona. Me gustaría ser como esta mujer que ha dado un paso más allá y ha logrado experimentar esta generosidad por la vida que a todos nos pertenece.

La utilidad de las emociones

¿No será la ingenuidad lo que hace que me conmueva de esta manera? Las emociones negativas inundan hasta tal punto nuestra visión occidental que los estudios científicos se consagran principalmente a su análisis. De las cinco emociones conocidas como "fundamentales", asco, miedo, ira, tristeza y alegría, sólo habría una de ellas positiva, y se encuentra en una situación delicada.

  La emociones negativas resultan útiles. El miedo o la ira nos frenan y hacen que centremos nuestra atención en lo que debemos proteger de inmediato. Por este motivo, este tipo de emociones reducen nuestro grado de conciencia y forman una barrera frente a los demás, como si nos gritaran: "¡Piensa en ti primero!". Por el contrario, la inspiración que nos produce la grandeza del alma de alguien que admiramos o incluso la inmensidad de un paisaje o la armonía de un jardín, nos provoca el impulso contrario. También nos hace pararnos a pensar y nos hace salir de la rutina de nuestros pensamientos habituales. Sin embargo, en lugar de aislarnos, la inspiración nos hace abrir nuestra mente y corazón a nuevas formas de ser y recibir lo que el mundo puede ofrecernos y plantearnos lo que deseamos aportar.

Reacción en cadena

En los Estados Unidos, el profesor Jonathan Haidt, de la Universidad de Virginia, está dedicado al estudio de las emociones positivas y este sentimiento de inspiración. Ante la imagen de un héroe de película del que admiramos su generosidad o al ver un documental que nos muestra a voluntarios felices por trabajar en un albergue el día de Navidad, nos sentimos conmovidos y dispuestos a reaccionar de la misma manera. Está demostrado que las mujeres en período de lactancia que ven este tipo de imágenes experimentan subidas de leche.

  En efecto, el cerebro segrega una sustancia llamada oxitocina, hormona que está asociada a la efectividad, en el momento en que se ve estimulado emocionalmente. Esta sustancia está muy presente durante la lactancia así como durante el orgasmo en una relación basada en el amor y los sentimientos. También se libera cuando nos sentimos emocionados por el ejemplo que da alguien que admiramos. Sin duda, esta hormona del amor nos recuerda que cuanto más nos relacionamos con los demás, más próximos nos sentimos a lo bello que hay dentro de cada uno de nosotros.