Deshacernos de la
Infelicidad
(y 2ª parte)
¿Por qué es tan difícil?
Nuestros deseos de cambio no son caprichos o antojos pasajeros. Más allá del sufrimiento que puedan expresar, hacen referencia a una necesidad vital. “El cambio es inherente a la vida en la medida en que los impulsores de cambio más importantes en al vida de una persona son acontecimientos externos tanto positivos (el nacimiento de un hijo) como negativos (un duelo)”, señala la psicóloga Joanne Hadida. “Tales eventos vitales llevarán a cambios internos en la medida en que el ser humano reconstruya su forma de ver la vida a partir de esta nueva realidad. Sin impulsores como éstos el cambio se hace más lento y difícil, y pasa muchas veces por una psicoterapia. Esto se explica por el miedo (resistencia al cambio en términos terapéuticos) que tiene el ser humano a enfrentarse a lo desconocido. Cambiar de comportamiento y enfrentarse a determinados procesos psicológicos genera mucha inseguridad, ya que nos obliga a alejarnos de entornos conocidos y controlados en los que sabemos exactamente lo que va a pasar. Cambiar en el sentido de mejorarse a si mismo es un acto inteligente y valiente a la vez. “Una idea en las que redunda Judit Cantizano, señalando que muchas veces nos resistimos al cambio: “Porque tememos la pérdida. En Occidente no contemplamos la filosofía del cambio como una oportunidad, sino que seguimos la fórmula asociativa siguiente: cambio=pérdida=dolor. De ahí nace nuestro temor. Lógico, ¡a nadie le gusta sufrir! El miedo nos dice: “¡No lo hagas!”, sólo nos aconseja diciendo: “Ten cuidado, mantén los ojos abiertos”.
Cambiar es posible
Si deseamos salir de nuestros esquemas habituales, debemos empezar por procurar entender nuestra forma de comportamiento. “Por supuesto, podemos cambiar nuestra manera de enfrentarnos al mundo y a los demás, si no el trabajo de los profesionales de la salud mental no tendría sentido –afirma Joanne Hadida-. Pero esto pasa por comprender determinadas cosas sobre uno mismo o sobre las personas que le rodean que le llevarán a cambios más externos y perceptibles. Por ejemplo, una persona que es hipersensible y que entienda esta hipersensibilidad (que descubre este rasgo de su carácter) comprenderá que quizás las demás personas no son tan duras o crueles como él piensa y probablemente cambie su relación con los demás. Sin este entendimiento sobre nosotros mismo y la realidad que nos rodea, difícilmente se generará un cambio.” Cambiar consiste, en definitiva, en adquirir o redescubrir nuevas formas de relacionarnos con nosotros mismos y con lo que nos rodea. “Las personas nos movemos a partir de nuestras estructuras mentales y emocionales: esquemas mentales, valores, principios, hábitos y costumbres de actuación, cadenas de emociones aprendidas, etc.- explica la psicóloga Judit Cantizano-. Como estructuras que son, mantienen la seguridad y la estabilidad de nuestra psique y han sido establecidas a partir del aprendizaje. Pariendo de esta base, es posible que podamos aprender nuevas maneras de enfrentarnos a nuestro mundo interior y exterior. Todos somos capaces de descubrir e integrar en nuestro carácter, a base de práctica-error-práctica, nuevos esquemas mentales, valores éticos y hábitos… Todos ellos adaptativos y sostenibles al momento vital en el que nos encontramos.”
¿Qué podemos esperar?
“¿Cuántos psicoanalistas hacen falta para cambiar una bombilla? Sólo uno, pero hace falta que la bombilla tenga verdaderamente ganas de cambiar.” Como todos los buenos chistes, éste se asienta sobre una verdad, el cambio sólo es posible si parte de una firme decisión personal. Como nos indica la psicóloga Ana Mac Dougall, para lograr cambiar, “el primer paso es desearlo. No está en nuestras manos evitar la mayoría de las cosas antes de que nos pasen. Pero cuando nos hacemos conscientes de que somos los únicos responsables de cómo reaccionamos ante quienes nos rodean y el mundo, la vida cambia. Está en nuestras manos modificarnos a nosotros mismos, no a los demás. Podemos elegir cómo reaccionar, y de ese modo, cambiando, produciremos cambios positivos también en nuestro entorno. Dos no pelean si uno no quiere, por ejemplo”. Además de la firme voluntad personal, la transformación personal requiere también de apoyos externos. Tal y como enfatiza Joanne Hadida: “Se necesita ayuda del exterior para cambiar. No tiene que ser forzosamente una ayuda profesional, aunque es la más indicada para cambios profundos. Sin una visión exterior que contraste con la propia, difícilmente podremos leer nuestra forma de ser, nuestro comportamiento y el de los demás de una forma objetiva, analítica y funcional, ya que haríamos esta lectura desde nuestras propias emociones, lo que impediría a la persona en cuestión encontrar los propios errores o dificultades. Los psicólogos pueden ayudar a esta labor, ya que procuran ejercer un análisis objetivo sobre la realidad del paciente desprovisto de una implicación emociona. La ayuda que pueden proporcionar una pareja, un hermano o un amigo es de naturaleza distinta debido a esta misma implicación emocional en la vida del paciente”. Así, pues, para alcanzar el cambio anhelado debemos partir de nuestra voluntad personal y abrirnos al apoyo de una visión externa. “La ayuda de una persona ajena puede sernos muy útil, pues nos da otras vías de resolución, nos ofrece una objetividad necesaria para retornar a la quietud”, indica Judit Cantizano. Sin embargo, para que sea posible cada uno decide en qué punto desea ser acompañado y cuándo desea seguir solo, pues para recibir ayuda uno debe estar abierto a ella, sino no es posible.
EMMANUEL PIERROT/ J.A.