Según el Diccionario de la Real Academia Española son "las cuentas exorbitantes y formadas arbitrariamente y sin la debida justificación". La leyenda -porque no se ha podido comprobar históricamente- dice que a don Gonzalo Fernández de Córdoba, llamado el Gran Capitán, tras de haber conquistado el reino de Nápoles para los Reyes Católicos, le exigieron éstos estrecha relación de los gastos de guerra. Y se dice que al día siguiente presentó las partidas ante el Rey con estas palabras:
"Doscientos mil setecientos treinta y seis ducados y nueve reales en frailes, monjas y pobres, para que rogasen a Dios por la prosperidad de las armas españolas.
"Cien millones en palas, picos y azadones (para enterrar a los muertos del adversario).
"Cien mil ducados en guantes perfumados para preservar a las tropas del mal olor de los cadáveres de sus enemigos.
"Ciento sesenta mil ducados en poner y renovar campanas destruidas por el uso continuo de repicar todos los días por nuevas victorias conseguidas sobre el enemigo...
"Cien millones por mi paciencia en escuchar ayer que el Rey pedía cuentas al que le ha regalado un reino".
Se ha discutido mucho sobre la autenticidad de este texto. Evidentemente, el lenguaje no parece de la época ni mucho menos, y se nos antoja una invención posterior. De hecho, el texto más antiguo que trata de las célebres cuentas del Gran Capitán es el del obispo Paulo Jovio, médico e historiador italiano que escribió historia a imitación de Tito Livio. Paulo Jovio fue lo que puede llamarse una pluma venal. Escribió sucesivamente al dictado del papa Adriano VI y Clemente VII, que le hizo obispo por sus panegíricos.
Dice Jovio en la traducción de Gaspar de Baeza y traducida por Antonio de Lebrija en 1566: "En estos días pusiéndole demanda (a Gonzalo de Córdoba), diciendo que diese cuentas de lo que había gastado en la guerra y de las rentas que habían entrado en su poder, porque, vistos los libros de los recibido y lo gastado, había gran diferencia de lo uno a lo otro. Él dijo severa y graciosamente: Yo os mostraré un cartapacio mío, más verdadero que todos estos libros públicos, y veréis que he gastado más de lo que he recibido: y yo os juro que por pleito lo tengo que cobrar. Y otro día sacó un libro pequeño con un título muy autorizado, y abriendo la primera hoja decía encima: Cuenta del gasto y luego un partido que decía: Di a pobres, y monjas y abades de buena vida doscientos mil y setecientos y treinta y seis ducados, y nueve reales, por que rogasen a Dios que nos diese victoria. luego, un segundo partido decía: Di seiscientos mil cuatrocientos y noventa y cuatro ducados a las espías por cuyo aviso se ganaron muchas victorias, y el señorío del reino, y díselos secreto de mi mano a la suya. Mandó el rey que no se hablase más de ello, y ratificando todo lo que había hecho, determinó traerlo a España...".
El conjunto tiene todo un aire de una invención de los humanistas menores. Recuerda demasiado a un discurso de Pericles en las Vidas Paralelas de Plutarco y a otros lances de este tipo en la Antigüedad. Jovio, que era un elegante latinista, es un escritor al cual se le puede poner poca fe y a pesar de que narrara este hecho apenas cincuenta años después de haber hipotéticamente sucedido.
Néstor Luján Cuento de cuentos