Tal vez nunca te quise, es cierto. Tal vez tenías razón cuando me lo dijiste esta mañana, mirándome con esos ojos tuyos que me alumbran la vida.
Me desperté soñando eso, sin darme tiempo a contestarte nada. Empapada en sudor, taquicárdica y sola. A punto de las lágrimas que no derramé porque era un sueño.
Pero iba a contestarte que, quizá, sea verdad lo que dices y que lo que me pasa, tenga otro nombre que amor.
Quizá nunca te quise, y lo que siento al verte, aunque no te esté viendo, no sea más que una locura absurda que me vacía el estómago, y me hace temblar aunque sea Agosto.
Quizá nunca te quise. Quizá lo que me pasa se explique por bioquímica, hormonas, magnetismo, o alguna extraña forma de magia negra y secreta.
Quizá mi corazón se altera, sólo, porque me gusta cambiar de ritmo de cuando en cuando. O porque tengo el colesterol alto sin saberlo.
Quizá ya no te quiera, y piense en ti, cada minuto, porque no encuentre la forma de olvidarte. La memoria, que juega esas malas pasadas y se nos pone en contra por costumbre.
Quizá este impulso de querer matarte, a ratos, sea que no te quiero. Tal vez. O tal vez sea que he perdido la sensatez y la cordura, y ya no quiero ponerme en tu lugar, ni entender que necesitas tiempo, y silencio, y espacio. Como los cristales. Para cristalizar.
Quizá esta necesidad de verte que me pone de mal humor, me agría el carácter, me envejece y me saca de mis casillas, no sea más que una forma de odiarte, disimulando.
Quizá ya no te quiero y por eso me escondo detrás de miles de cerrojos, para no abrir todas las puertas, y que volemos, por fin, con la corriente.
Seguramente es que nunca te quise.
Seguramente es que ya no te quiero.