Indomable, valiente y contagioso, así es el entusiasmo, una emoción positiva que despierta nuestro apetito por la vida. Aprender a evocarlo y mantenerlo siempre en activo es un factor clave para impulsarnos con fuerza hacia nuestros proyectos.
El entusiasmo nace de la capacidad de creer en nosotros mismos, de transformar y transformarnos. De acuerdo con Sandra García, psicóloga, "es la energía que nos impulsa a actuar desde la alegría y la confianza en nuestra fuerza y poder, para poner en marcha todo aquello que para nosotros y los demás es importante". Sentirse entusiasmado, fuerte y con ganas de hacer cosas resulta gratificante y enriquecedor. Sin embargo, pese a todas estas ventajas, no siempre prestamos a este impulso interior la atención que se merece. A veces lo reprimimos porque nos parece inoportuno expresarnos de forma apasionada, otras veces lo extinguimos tan sólo con imaginarnos obstáculos en nuestro camino... "Por los general, se carece de la capacidad de entrega apasionada por una idea, necesaria para construir el entusiasmo. En nuestra sociedad no se fomenta la iniciativa, sino que se protege la desidia", explica Salvador Carrión López, coach-neurolingüista. Para aprovechar las posibilidades que nos brinda el entusiasmo es necesario despertar, pasar a la acción. En palabras del experto: "Muchas veces no se hacen las cosas por pereza, negligencia o falta de preparación. Una persona activa, diligente y preparada jamás se deja vencer por el pesimismo". En esta misma línea, García añade: "Nos cuesta confiar en nuestro potencial porque no creemos en nosotros mismos, y esto, en lugar de conectarnos con el entusiasmo por la vida, nos conduce a la negatividad".
Descubre tu magia interior
La palabra entusiasmo proviene del griego y significa "tener un dios dentro de sí". No es difícil, a veces, confundirlo con otros estados de felicidad. Experimentamos frenesí, por ejemplo, cuando nos encontramos sobreexcitados por un hecho extraordinario (momentos previos a entrar en un concierto); estamos eufóricos cuando satisfacemos un deseo (compramos algo que queríamos hacía tiempo); y nos sentimos motivados ante cosas que nos gustan, nos interesan (un proyecto laboral, un grupo de amigos...) "El entusiasmo, sin embargo, nace de dentro, se moviliza por la alegría de creer en nosotros y la posibilidad de cambiar la realidad que nos rodea", aclara la psicóloga. No se trata, por tanto, de esperar a tener un trabajo estupendo para entusiasmarse con él, el secreto está en sentir la alegría de implicarse en un trabajo enriquecedor y confiar en la capacidad personal para conseguirlo. "El entusiasmo es un motor, una energía que nos conecta con la confianza en nosotros mismos para lograr un objetivo y nos hace tener una visión positiva de la vida", completa García. Esta fuerza interna está siempre relacionada con la acción o la intención de actuar. Tal como dice Carrión: "Cuando el deseo se convierte en compromiso, es cuando surge el entusiasmo". El mayor enemigo del entusiasmo es la negatividad, la falta de confianza en el poder personal, en la capacidad de llevar las riendas de la propia vida, el miedo al propio éxito, a la decepción... "Si nos entregamos anímicamente a este abatimiento y desconfiamos de nuestras posibilidades, difícilmente conectaremos con el entusiasmo y la alegría de vivir, de sentir, de emocionarnos con cada momento de nuestra vida, por muy extraordinario o cotidiano que sea".
Despertar el genio
Durante la niñez el entusiasmo es una sensación cotidiana y espontánea. Con los años, esa capacidad de entrega apasionada hacia la vida y sus múltiples posibilidades se va perdiendo. Recuperar este sentimiento, ejercitarlo y potenciarlo es posible: "El entusiasmo es un estado, y se genera actuando, poniéndonos en marcha, confiando en nuestro poder y capacidad de lograr lo que nos proponemos, aunque parezca inamovible", afirma García. Una persona entusiasta siempre encontrará un buen motivo para sentirse bien en cualquier circunstancia, sacará partido de las situaciones más difíciles, porque será capaz de confiar en sus recursos para buscar nuevas soluciones y alcanzar nuevos retos. De acuerdo con Carrión, "para despertar y mantener este impulso, es necesario tener un objetivo motivador, que esté alineado con los valores más importantes para la persona y su sentido de la vida". Para no perderlo, resulta clave saber apreciar los logros que se van consiguiendo a lo largo del proceso de conquista, "que, en cada paso que damos, se pueda constatar que nos aproximamos un poco más a la meta final". Entre las actividades que favorecen el entusiasmo destaca la práctica de deporte.
Una energía en expansión
La positividad y el entusiasmo ayudan a pensar en soluciones y alternativas en vea de poner el foco de atención en lo negativo y en el problema. "Como energía psíquica poderosa que es, el entusiasmo impulsa a la acción. Cuando una persona focaliza su atención en el problema, su mente actúa como una lupa agrandando la dimensión de éste, mientras que si la atención se centra en la búsqueda de soluciones, la mente se abre y se expande minimizando la extensión del problema y permitiendo descubrir las puertas y caminos que llevan a la solución". Pero el entusiasmo no sólo tiene beneficio para quien lo siente, sino también para quien lo percibe: "Si es generado por un proyecto compartido, tiene la virtud de contagiar al grupo alcanzando a todo su circulo de relaciones".