Mujeres de la Biblia (A.T.)
AGAR –Mujeres de la Biblia
Pedro Marcos de Cossío
La historia de Agar se nos narra en dos momentos del libro del Génesis dentro de la descripción de la vida de Abraham. En el primero (Gn 16, 1-16), inmediatamente después de la promesa divina de que su descendencia será tan numerosa como las estrellas, se desciende al hecho de que su mujer, Sara, no le había dado hijos, por lo que ésta recurre a una maternidad vicaria a través de su esclava egipcia, Agar, que entrega a Abraham. Al quedar embarazada, Agar se envanece de su fertilidad y mira su señora con desprecio. Sara se queja ante Abraham, quien le recuerda que siendo esclava suya podía tratarla como quisiera; Sara maltrata a Agar de tal modo que la egipcia huye al desierto. Aquí se produce la primera hierofanía, pues un ángel del Señor la interpela junto a un pozo y la manifiesta que dará a luz a un hijo llamado Ismael ("Dios ha escuchado") origen de una innumerable descendencia, ordenándola que regrese junto a su señora y se humille. Agar da a Yahvé el nombre de "Dios de visión", porque ha visto a quien la ve, y al manantial el de "pozo del viviente que me ve". Así pues regresa y tiene a ese hijo.
Entre el primero y el segundo (Gn 21, 9-21), ha tenido lugar la alianza y la circuncisión de Abraham, nuevas promesas de maternidad a Sara, la filoxenia (la aparición de los tres ángeles en Mambré) con todos los acontecimientos de Sodoma, y, entre otras cosas, el nacimiento de Isaac. Pero un día Sara ve a Ismael burlándose de Isaac, e indignada pide a Abraham que expulse a la sierva y al niño, Abraham duda pero Dios le manifiesta que tal acto entra dentro de sus planes, y dándoles un pan y un odre de agua los expulsa. Nuevamente en el desierto, cuando el agua se agota, Agar se aparta de su hijo para, al menos, no verle morir de sed. Se produce una segunda hierofanía, un ángel le dice que no tema que Dios hará del niño un gran pueblo (los árabes, por ello denominados durante mucho tiempo como ismaelitas) y le indica donde está un pozo. El niño creció en el desierto convirtiéndose en un gran arquero y su madre le busco una esposa egipcia.
Nos encontramos ante una de esas historias terribles que frecuentemente aparecen en el texto bíblico y que nos sorprenden por su crueldad. Un padre, Abraham, que expone a un hijo (Ismael) y su madre a una muerte segura en el desierto, y que, inmediatamente pretende sacrificar al otro (Isaac), todo ello siguiendo las instrucciones de su Dios, aunque en ambos casos haya un final feliz, y los dos niños sean salvados por ese Dios y se conviertan en los orígenes de grandes pueblos (judíos y árabes). Podemos comprender las tradiciones patriarcales en las que estos acontecimientos se encuadran, la total subordinación de las vidas y los cuerpos a los patriarcas, especialmente los de las mujeres y niños, y mucho más cuando son esclavos. Ver cómo ese tipo de sociedad creaba, y sigue haciéndolo, una situación estructural de injusticia y violencia. A poco que analicemos la historia y la antropología, sabremos como la mujer es definida esencialmente por su capacidad reproductiva, la angustia de Sara, que aparece casi como la mala de la película, al ver peligrar su posición de un cierto privilegio (debida a su cercanía al patriarca) por su esterilidad, y cómo, según las costumbres de la época, al entregar como concubina a su esclava, el hijo que esta tenga será, legal y simbólicamente, hijo suyo permitiéndole mantener su posición. Captaremos la súbita mejora de Agar, que mujer, esclava y extranjera, es decir solo un objeto de uso y disfrute, pasa a barruntar la posibilidad, por su maternidad, de sustituir a su señora. Nos imbuiremos en una sociedad, no tan lejana e incluso presente, en la que solo algunos varones tienen un poder absoluto de vida y muerte, donde no existen derechos sino todo lo más graciosas concesiones. Podremos descubrir el repentino cambio que supone el nacimiento de Isaac, que vuelve a colocar a Sara en un lugar de poder que, de todos modos, nunca ha perdido, lo que aprovechará para intentar librarse de un seguro competidor para su hijo. Contextualizando la narración en las épocas en la que se genera y se pone por escrito entendemos las razones culturales de los acontecimientos, pero sigue siendo una historia, a pesar del happy end, que deja un regusto amargo.