Marie Ernestine D´Antigny
Marie–Ernestine D’Antigny nació en Martizay, Loira, el 9 de mayo de 1840. Su padre, Jean d’Antigny, era sacristán de la iglesia local y su madre, Eulalie Florine Guillemain, era hija de una familia de agricultores. Cuando Marie–Ernestine tenía siete años, su padre abandonó a la familia. Su madre fue pronto tras sus pasos, dejando a su hija al cuidado de una de sus hermanas. Tras conseguir trabajo en París como camarera de la Marquesa de Gallifet, Eulalie mandó a buscar a su hija y pudo matricularla en un internado religioso gracias al apoyo de su benefactora. Su ayuda económica permitió que la niña recibiera una educación muy superior a la que por su condición social hubiera podido aspirar. Durante esos felices años de la infancia Marie Ernestine –llamada Blanche por la blancura de su piel – soñó con convertirse en monja. Este deseo infantil no pudo concretarse porque, tras la muerte de la marquesa protectora, madame D’Antigny no pudo seguir pagando el colegio de su hija y apenas pudo conseguirle un empleo como vendedora en una boutique de moda. Este empleo le dio a Blanche la oportunidad de conocer el mundo de la alta costura, que por aquel entonces estaba dando sus primeros pasos.
La vida de Blanche cambia cuando, tras ser seducida por un noble rumano, éste la lleva a su país, donde ella se convierte en el centro de la vida social de la capital, Bucarest. No obstante, la añoranza de su familia la hace volver a Francia donde, por consejo de una amiga, prueba suerte en el mundo del baile en el cabaret más famoso de París de ese momento, el Bal Mabille. Su entusiasmo, frescura y belleza pronto llaman la atención de periodistas y empresarios teatrales, convirtiéndose en la vedette del momento. Ella asume su fama y su situación con cierta ingenuidad. Así, por ejemplo, suele quedarse profundamente dormida tras hacer el amor, por lo que cualquiera de sus amantes podía escaparse sin pagar sus honorarios. La solución que encontró a ese problema fue coser la ropa de su amante a la suya. El baile fue el inicio de una gran carrera en el mundo del teatro y la moda. Blanche d’Antigny era la modelo favorita de grandes boutiques, joyerías y perfumería, a tal punto que un crítico contemporáneo la denominó “la Venus de la época”.
Sin embargo, Blanche d’Antigny lo abandonó todo al conocer un virtuoso tenor. Se había enamorado de su voz y gastó la mayor parte de su fortuna en cuidarlo hasta su muerte, víctima de la tuberculosis. Con lo poco que le quedaba, contribuyó al cuerpo de ambulancias de París, durante el sitio de la ciudad luz en la guerra franco – prusiana (1870 – 1871). Tras la guerra intentó volver a las tablas, aunque no tuvo mucho éxito. Al regresar de una gira en Egipto, Blanche d’Antigny enfermó de fiebre tifoidea. Al no tener ya fortuna ni familia, su destino hubiera tenido que ser la atroz muerte que le otorga Zola al personaje que creó. Empero, otra cortesana se hizo cargo de ella y la cuidó hasta su muerte, el 27 de julio de 1874. Tenía apenas 34 años y quienes la vieron en sus últimos días, aseguraban que seguía siendo muy bella.
Blanche d’Antigny fue enterrada en el famoso cementerio parisino de Pêre Lachaise. Su memoria quedó en el imaginario colectivo porque, en su época, fue el equivalente a las estrellas de cine y televisión de nuestros días. Su leyenda seguía viva cuando Emile Zola la deformó para convertir a Blanche en Naná.
(De El templo)