Cuando se cumpla la hora del encuentro
y brillen las imágenes perdidas,
cuando se abran quejosas las heridas,
emergerá el dolor que llevo dentro.
No miraré hacia atrás ni hacia mi centro,
inventaré un futuro a nuestras vidas,
recordaré las fechas más queridas,
gozaré del soñado reencuentro.
En el acalorado aturdimiento
disfrutaré la dicha de la entrega
en la vivencia fácil del momento.
Con la ilusión de un nuevo sentimiento
y con el alma sorda, muda y ciega,
podré vivir feliz, sin sufrimiento.