El crimen fue en Granada (Francisco Gil Craviotto)
En la madrugada del 17 al 18 de agosto de 1936, los fascistas de Granada, dueños de la ciudad desde hacía casi un mes se habían adueñado de ella el 20 de julio de aquel fatídico año, colmaron su ola de asesinatos, dándole muerte a su hijo más ilustre: Federico García Lorca. El crimen tuvo lugar en el campo de exterminio de Víznar y con él cayeron también otras tres víctimas: el maestro don Dióscoro Galindo había osado retirar el crucifijo de la escuela, algo que la Iglesia ni olvida ni perdona, y los banderilleros Francisco Galadí y Joaquín Arcollas. Según las últimas informaciones ofrecidas por este periódico, a estos cuatro asesinatos habría que añadir otro más: Fermín Roldán, cobrador de tributos que fue sacado de su casa y llevado directamente al lugar del crimen.
En ninguno de los cinco asesinatos hubo juicio ni nada que se le pareciera. El paripé de juicios vendría bastante después. Entonces bastaba con la firma del sanguinario comandante Valdés, de la noche a la mañana convertido en señor de horca y cuchillo de la ciudad, para que el capitán Nestares, la mano ejecutora, servido por la crema de criminalidad granadina, les diera el "paseo". Fue algún tiempo después cuando, para acallar críticas y comentarios, los verdugos se vistieron con la toga del juez. El resultado en ambos casos fue idéntico: la ejecución inmediata.
Antonio Machado, en un poema que después se haría universalmente famoso, ha contado así el asesinato:
Se le vio, caminando entre fusiles, por una calle larga, salir al campo frío, aún con estrellas, de la madrugada. Mataron a Federico cuando la luz asomaba. ( )
Fue fácil, muy fácil, terminar con el hombre: un pelotón de ejecución y, en cuestión de segundos, problema resuelto para los asesinos. Mucho más difícil, por no decir imposible, les resultó terminar con su obra. Tan difícil que todos los esfuerzos del fascismo español por borrar de las mentes el nombre y la obra del mejor poeta de Granada resultaron baldíos.
Que el crimen y los cuarenta años de mordaza dictatorial no habían logrado que cayera sobre Federico la gran losa del olvido lo evidencia el acto que el cinco de junio de 1976 tuvo lugar en Fuente Vaqueros. Sus organizadores lo presentaron al mundo bajo el título de ´El cinco a las cinco´ y fue el primer gran aldabonazo contra el asesinato del poeta y la persecución de su obra. Dicen que el régimen, aquel régimen de iniquidad que, muerto el tirano, empezaba a dar los últimos coletazos, llenó las calles de Fuente Vaqueros de policías. A algunos de ellos los habían traído el día antes de las provincias cercanas o de Madrid, sin más misión que la sembrar el pánico en todo el que se atreviera a acercarse a Fuente Vaqueros. Sin embargo, tal despliegue de fuerza no logró amedrentar a los organizadores ni impidió el acto. Todo lo contrario: hubo lleno total y adhesiones múltiples. El manifiesto que lo acompañaba no podía ser más expresivo. Comenzaba así:
"En los primeros días de la Guerra Civil, Federico García Lorca caía ejecutado en el barranco de Víznar. Se ha dicho que para dar muerte a un poeta, muerte verdadera, hay que matarle dos veces: una con la muerte. Y otra con el olvido. Por ello, y porque creemos llegado el momento de reivindicar su memoria y la de cuantos cayeron entonces en iguales circunstancias, os convocamos ahora, como amantes de la justicia y de la libertad, para rendirles público homenaje en el mismo lugar e idéntica fecha en que Federico naciera hace 78 años" ( ).
Fue la primera convocatoria de los amantes de la justicia y la libertad para reivindicar la memoria de Federico y la de todos los que cayeron en iguales circunstancias. Desde entonces se viene repitiendo año tras año, aunque ya no suponga un acto de reivindicación y heroísmo como lo fue la primera vez. También, hasta ahora, todos los años se recuerda en esta fatídica fecha que, tal día como hoy, Federico fue asesinado en el campo de exterminio de Víznar. Lo que aún no se ha conseguido ni creo que se consiga, al menos mientras rija los destinos de la ciudad un ayuntamiento pepero, es el último anhelo del mencionado poema de Antonio Machado: Dice así:
Labrad, amigos, de piedra y sueño, en el Alhambra, un túmulo al poeta, sobre una fuente donde llore el agua, y eternamente diga: el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
Poco importa. En el corazón de todo granadino honrado, desde hace ya muchos años, acaso desde aquella fatídica madrugada de su asesinato, ya fue labrado y erigido ese monumento. Un monumento, de piedra y sueño, que nadie puede borrar ni aniquilar, que eternamente dice: "El crimen fue en Granada, en su Granada".
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