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Se hizo tarde. La lucidez protege de la desolación. Se hizo tarde para emprender el viaje hacia el conocimiento liberador. Somos siervos de los artificios inventados por nosotros mismos. Siervos de máquinas, de imágenes sustitutivas del mundo, de raudales energéticos hurtados al cosmos. Nos infecta el afán de poder, el ansia de dominar sin merecimiento. Sin embargo... a veces... se oyen llamadas truncas, ecos de grandes luces, anuncios de desgarraduras celestes. Adviene la nostalgia inexplicable de lo perdido sin haberlo tenido, de lo nunca vivido. La multiplicidad ahoga. Se pertenece a la multitud, a lo relativo, a lo virtual, a lo ilusorio. Sin embargo... se escucha, de pronto, fluir en uno mismo el manantial secreto, se respira un súbito perfume, se aprende, mirando las olas, la fuerza de alzarse, de romper y volver a levantarse intacto. ¡Buscar la piedra ardiente, seguir el árbol caminante, cantar a las torres del viento llenándose de los helechos colgantes!
Pero ¿no será muy tarde?
Autor: Juan Liscano.
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