EL INTRUSO
Debo despertar a media noche para descubrirlo me levanto;
recorro despacio el pasillo a oscuras pues con el tiempo he
comprendido que vive en lo oscuro; subo la escalera
despacio, intentando no hacer ruido y en el segundo piso,
me detengo en medio del pasillo con el ritmo
cardiaco acelerado.
A pesar de mi temor, sigo avanzando cauteloso,
con los ojos más
abiertos que de costumbre, ahora me encuentro frente a
la puerta; esta se encuentra donde siempre había estado; la
altura, el color, el picaporte son los mismos; nada parece
llamar la atención, entonces: ¿Porqué no tocarla? ¿por qué
no adentrarse en ella y ver lo que hay detrás…pero apenas
he palpado el picaporte comienzo a escuchar pasos
procedentes de abajo, y de eso no tengo duda; a estas alturas,
mi temor ya es casi insostenible.
Los pasos son cada vez más cercanos. Con el corazón casi
saliéndome por la garganta, pongo mi dedo índice sobre el
interruptor pero no me atrevo a encender la luz. Cada
segundo que transcurre me parece eterno y la intriga por saber
quién se acerca a mí se acrecienta. Sin embargo, mi dedo
no sólo no logra ejercer fuerza alguna sobre el botón sino que
además, suelta el mismo y se detiene a esperar. Tardo tanto
en decidirme, que repentinamente la palanca acaba moviendose
como por arte de magia y las luces se encienden.
Los pasos dejan de escucharse. Estoy temblando como
una hoja y casi no puedo moverme.
Es en ese momento cuando comienzo a escuchar las voces
provenientes del otro extremo del pasillo; son varias personas;
un hombre, una mujer y un niño, y parecen conversar
entre ellas con tono inquieto:
¿Me creeis ahora?: la luz del pasillo se ha encendido
sola y no hay nadie aquí.
Dios mío: esto no me gusta nada: es el interruptor que está
al lado de la puerta; la puerta de esa habitación…
Ya nos advirtieron, cariño sobre la estancia donde se suicidó el
anterior propietario de esta casa, que todos los anteriores i
nquilinos han detectado presencias extrañas deambulando
de noche y bla, bla bla. Pero lo unico que veo yo són fallos
eléctricos. Haremos una cosa: mañana mismo llamaré a
un técnico para que revise minuciosamente la instalación.
Ahora vámonos a dormir y no quiero oir ni una sola
palabra más al respecto.
Me quedo inmóvil por un largo rato; siento unas ganas
incontrolables
de gritar para descargar mi angustia, pero mi
impotencia puede
más que yo. Trato de tranquilizarme un poco y tras
respirar hondo reiteradas veces, creo que por fín lo
he conseguido.
Es entonces cuando vuelvo a la realidad, y los
recuerdos acuden a
mí en tropel: cada noche acudo aquí alertado por
los ruidos que
creo escuchar ignorando que soy yo el intruso; la presencia
extraña que habita en esta casa y que sigue aferrado
a sus recuerdos. Quizás mañana regrese a este mismo lugar
sin recordar nada y vuelva a experimentar la misma
sensación de angustia ignorando que mi presencia en este
lugar es sólo una sombra superflua el jirón de
un recuendo vago.
D/A