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El momento de partir el Mar Rojo
Esta semana, hace 3.500 años que Moisés y los Israelitas se enfrentaron a una decisión crucial: ahogarse en el Mar Rojo que estaba frente a ellos o ser asesinados por los egipcios que iban tras ellos. Cuando Moisés le suplicó a Dios que los salvara, Dios le respondió: “¿Por qué claman a Mí?”.
En aquel momento, un hombre solitario se adentró lentamente en el mar. Cuando el agua llegó hasta su barbilla, el mar empezó a partirse.
Y ahora te pregunto: ¿Quién hizo que esto sucediera? ¿Dios? ¿Moisés? ¿Los Israelitas?
La lección en esta historia es que Dios es una fuerza infinitamente poderosa. Pero nosotros creamos nuestros propios milagros conectándonos con éxito a esta fuerza infinita de bondad. Conectarse es la clave.
Cuando aquel hombre caminó hacia el Mar Rojo, no estaba cometiendo un suicidio; estaba utilizando su certeza y su propia incomodidad para entrar en el reino de los milagros.
Es nuestro trabajo, nuestro esfuerzo físico, emocional y espiritual lo que ocasiona lo inesperado en nuestro mundo. No importa dónde estés buscando que suceda algo extraordinario; tienes que recordar que los milagros no te ocurren; tú ocurres a los milagros.
En cualquier momento, a través de tu esfuerzo por mantener una conciencia fuerte y una conexión con la Luz, estás creando tu destino. Y la capacidad para crear tu destino se fortalece durante esta semana, en la cual se abre una vez más la ventana en el tiempo en la cual los Israelitas atravesaron el Mar Rojo.
En la vida siempre hay montañas y colinas que escalar. Es fácil ver cómo atravesar una colina. Pero cuando te hallas al pie de la montaña llamada divorcio, bancarrota, enfermedad, o cualquier otra cosa que tú percibas como insuperable, hazte la siguiente pregunta:
“¿Creo realmente que lo que estoy aprendiendo con la Kabbalah puede ayudarme a crear un milagro?”.
Ninguno de nosotros puede decir “He llegado a dominar la certeza”, pero el grado en el que podemos decir sí es el grado en que podemos lograr hazañas asombrosas.
¿Vas a quedarte mirando a esa montaña para siempre? ¡Sigue caminando!
Todo lo mejor,
Yehuda
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