Simón el obispo y la profesora pecadora
(Perícopa apócrifa del evangelio de Lucas)
Emma Torralba
Un obispo llamado Simón invitó a Jesús a comer. Entró, pues, Jesús en el palacio arzobispal y se sentó a la mesa. En esto, una mujer, exprofesora de religión, al saber que Jesús estaba comiendo en el palacio, se presentó con una carpeta repleta de informes médicos y sentencias judiciales; se puso detrás de él junto a sus pies, y llorando comenzó a contarle cómo desde que decidió casarse por lo civil con un hombre divorciado, su vida se había convertido en un infierno: despedida de su puesto de profesora, había caído en una profunda depresión de la que no veía salida.
Al escucharla, el obispo que había invitado a Jesús pensó para sus adentros: “Si este fuera profeta, sabría qué clase de mujer es esta, pues en realidad es una pecadora. Como responsable de salvaguardar la fe de los niños no puedo permitir que una mujer casada por lo civil con un divorciado de clases de religión católica, ¡qué moral va a enseñar una mujer inmoral!”. Entonces Jesús tomo la palabra y le dijo:
- Simón, tengo que decirte una cosa.
Él replicó:
- Di, Maestro.
Jesús prosiguió: - Desde que he llegado a tu palacio no he recibido ni un gesto ni una palabra de ternura. No me has besado al entrar y te has pasado toda la comida hablándome de relativismo moral, crisis de valores y persecuciones políticas. Sin embargo está mujer no ha dejado de besar mis pies y de hablarme de amor; del amor que tiene a su marido, y del amor que entregaba en sus clases de religión cuando hablaba a los niños de Reino, justicia, misericordia y fe. Te aseguro que mi Padre está más cerca de ella que de todos aquellos que os atrevéis a menospreciarla.
Entonces dijo a la mujer: - Dios Padre, que es justo y tierno, no te condena. Vete en paz y regresa a tus clases, cuéntales a los niños que donde hay amor verdadero no puede haber pecado. Y recuérdales que lo que verdaderamente aflige el corazón de Dios es la existencia de tantos empobrecidos en un mundo opulento. Los asuntos de alcoba nunca interesaron a mi Padre. Los comensales se pusieron a pensar para sus adentros: ¿”Quién es éste que perdona pecados y contradice las sentencias de los delegados de enseñanza?” y, desde aquel momento, se pusieron a pensar en cómo deshacerse de Jesús. (Apócrifo de Lucas 7,36-50).
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