Menos es más
Posesiones, actividades, experiencias... Tener, consumir, hacer... Vivimos en una continua carrera para obtener y, en el camino, nos olvidamos de ser. Pero correr no es ganar; en ocasiones, implica perder. ¿Por qué no descansar? Para avanzar hacia lo verdaderamente esencial, restar para sumar, desprendernos de ataduras innecesarias para descubrir la vida.
En junio de 2005, a Eugene OKelly, presidente de una de las cuatros financieras más importante de Estados Unidos, le diagnosticaron un cáncer incurable y tres meses de vida. OKelly dejó su trabajo y dedicó los cien días que le quedaban a vivir intensamente, a revisar su vida anterior y a descubrir, a sus 53 años, qué era verdaderamente importante en su vida y qué no. El diagnóstico no fue erróneo, murió el 10 de septiembre de ese mismo año, pero en esos cien días cumplió su deseo: descubrió la verdadera vida. Sus pensamientos y sentimientos los dejó plasmado en un libro conmovedor, Momentos perfectos, que invita a reflexionar sobre lo verdaderamente esencial de nuestras vidas, o ¿tenemos que sentir de cerca la muerte para darnos cuenta?
Desgraciadamente la respuesta, en muchas ocasiones, es sí. En las últimas décadas, hemos pasado de la sociedad de la penuria a la de consumo desbordado; las casas se inundan de ropas, objetos, últimas tecnologías... Nuestras vidas giran en torno a lo material, al tener, y en esa carrera nos olvidamos de ser. "Medimos el bienestar en base a la cantidad de nuestras posesiones individuales. Desde ese punto de vista solo se puede mejorar aumentando nuestro poder adquisitivo -explica Fernando Rodriguez Bornaetxea, psicólogo-. Creemos que incluso el tiempo se puede comprar. Pero el deseo es un agujero sin fondo, una sensación de vacío que nunca puede ser satisfecha".
Igualmente corremos para estar al día de todo y nos olvidamos de estar al día de nosotros mismos, escuchándonos. "Vamos muy deprisa y nos queda poco tiempo para tenernos en cuenta -entiende Macarena Chías, psicóloga-. Esta prisa hace que en muchos momentos vayamos tapando cosas que nos ocurren, como nuestros miedos y angustias, y eso puede hacernos pagar un precio somatizando".
Sin embargo, si nos paramos a meditar, nos daremos cuenta de que nos hemos creado muchas más ataduras de las que en realidad necesitamos. En el siglo XIX, Henry Thoreau, pionero de la ética medioambiental, demostró, viviendo en una cabaña en el bosque solo necesitaba trabajar seis semanas al año. El resto de tiempo podía dedicarlo a pescar, conversar... a crecer. Muchos siglos antes, Epicuro ya había establecido una lista de lo esencial para la felicidad. El filósofo clasificó como placeres naturales y necesarios, amigos, comida y bebida, descanso y reflexión; como naturales pero no necesarios, una hermosa casa, un banquete y vestir con lujo, y como no naturales ni necesarios, el deseo de riqueza, gloria y poder.
Serenar emociones
No es necesario que nos vayamos a vivir a un bosque para conocer lo que es verdaderamente esencial para nosotros ni tampoco tenemos por qué compartir todos los seres humanos los mismos deseos. Somos seres únicos, cada uno con sus circunstancias y necesidades, y trabajo de cada uno es, si así lo desea, redescubrir la vida con otros ojos, hallar lo esencial y saborearlo.. Para aprender a discernir, Chías invita a "que reflexionemos para qué estamos haciendo algo, no el por qué, sino el objetivo que tenemos haciéndolo. Es una pregunta que invita a la reflexión y esto es ya un gran paso para el cambio. Plantearse ¿para qué quiero conseguir esto?, ¿qué consigo yendo tan aprisa?, ¿qué supone esto en mi vida?, ¿voy a ser más feliz comprándome 14 jerseis o con dos tengo cubierta mis necesidades y puedo dedicar el otro dinero y tiempo en darme un espacio para mí, a saber qué me dicen mi cuerpo, mi mente y mi corazón?".
Cambiar tiempo hacia fuera por tiempo para nosotros, para conectar con nuestras emociones, esa es la clave. Como recuerda Frederic Solergibert en Lo que no se ve, "nadie puede ver su reflejo en un río agitado; solo es posible verlo en aguas tranquilas. La enfermedad de la prisa es peligrosa para las arterias del espíritu... Es preciso detenerse, serenar las emociones y los pensamientos para que nuestro Ser interior se manifieste".
Para volver a lo esencial, tampoco tenemos que volver a las cavernas, ni huir de lo material ni dejar de darnos caprichos. En los pequeños detalles es donde encontraremos la diferencia. Y ese debe ser nuestro pequeño gran paso, introducir en nuestra vida el concepto menos, simplificar, una palabra de que por sí suena relajante; reflexionar sobre lo verdaderamente importante para nosotros hoy, que ni siquiera tiene que ser siempre igual; quizás un día sea necesario trabajar algo más, otro, dedicarlo entero a nuestro hijo... "Para mí, lo esencial es levantarme por la mañana y escuchar el silencio de mi casa cuando todavía no se ha levantado nadie. Acto seguido, el despertar de mis hijos me llena de felicidad", nos cuenta Anna en nuestra web; escuchar el mar, una ducha, el silencio, la música, los pájaros... cuentan otros lectores; el valor lo ponemos nosotros porque el auténtico valor es ser consciente de ello. Como descubrió Eugene OKelly al final de sus días: "Una vida conducida inconscientemente no merece ser vivida". Y de eso se trata, de ser conscientes, de estar conectados con nosotros y con la sociedad. Así hallaremos el sentimiento de plenitud, que es mucho "más que un sentimiento de abundancia -recuerda Solergibert-. Se genera en el centro de tu pecho y transmite seguridad, confianza, paz y armonía a tu vida".
Una toma de conciencia colectiva
"Lo malo no es lo material, sino el uso que podamos hacer de lo material -alerta el psicólogo Fernando R. Bornaetxea-. Como decía Herbert Marcuse, una mano con cinco dedos iguales no serviría para casi nada. Los seres humano somos iguales en la mayoría de las cosas y diferentes en unas pocas. Poner por delante lo que nos iguala a lo que nos diferencia resolvería las mayoría de los problemas". Para el experto, "los derechos humanos han supuesto un gran avance para la convivencia, pero nos falta asumir los "deberes humanos"; unos deberes de los que parece nos vamos concienciando poco a poco. Desde grupos ecológicos hasta ONG, pasando por los cursos de autoconocimiento, que permiten tomar conciencia de uno mismo y de su aplicación a la sociedad, nos invitan a la reflexión. Esta nueva mentalidad se representa también en movimientos como el de la simplicidad voluntaria. Este invita a vivir más ligeramente, eliminar los excesos, respetar los recursos naturales, explorar nuestro ser interior o invertir energía en los demás. El decrecimiento, otro movimiento en alza, va más allá e invita a un cambio de la sociedad. Pero ambos siguen el consejo de Gandhi: "Quizás debemos vivir de forma más simple para simplemente que los demás puedan vivir".
Sabor a vida
Dice Cristophe André en "El placer de vivir" que tenemos a nuestra disposición numerosas formas de felicidad cotidiana, tan simples que se nos olvidan. El psiquiatra, que invita a saborearlas, conservarlas y hacerlas vivir y revivir, las divide en cuatro categorías:
Ser: todas las dichas en las que basta abrir los ojos, gozar de estar ahí, sentirse existir. Tener: se trata de la felicidad de poseer, un libro, un objeto que gusta, pero también calor en invierno o luz por la noche. Hacer: es la felicidad de andar, trabajar, hablar con amigos, imaginar, crear, fabricar, arreglar. Pertenecer: es la felicidad de vivir en el seno de una familia, de trabajar en un grupo que nos aprecia, de ser amado...
Para conectar con lo verdaderamente esencial, Macarena Chías, psicóloga, invita también a escucharnos y atender a nuestras emociones y propone:
Aprender a respirar, para ser conscientes de lo que nos dice nuestro cuerpo. Saber contactar con la naturaleza y disfrutar del silencio, para conectar con nosotros, con lo que queremos y con lo que estamos haciendo. Vivir el aquí y ahora, para permitirnos sentir lo que estamos viendo. Dar valor a la solidaridad y a la gratitud.
ROSARIO REY