¿Por qué creemos que funciona mejor el mal humor y los malos que la amabilidad? "En un entorno hostil a veces podemos comprobar que la agresividad surte efecto para conseguir nuestros fines. Al ver que una actitud nos funciona, tenderemos a repetirla, aunque sea agresiva y descortés (sobre todo si estamos estresado), sin pararnos a pensar que el otro es un ser humano y sin preguntarnos si estamos realmente en un entorno hostil o somos nosotros los que lo fomentamos con nuestra actitud", explica Sergio Navazo. "A corto plazo, un insulto o un exabrupto callan al contrario. Pero las consecuencias indeseadas no se hacen esperar. Todos nos necesitamos mutuamente. Si se va dando coces al prójimo, no se puede esperar que el día que se le necesite nos recoja en los brazos abiertos y con palabras amables. De un niño se puede esperar que no sepa gestionar sus emociones, pero un adulto con tales conductas denota inmadurez, ineficacia, torpeza, ignorancia. Ser adulto con conductas inmaduras es como llevar una argolla al cuello que tira hacia atrás, cuando la vida va invitando a avanzar y a disfrutar plenamente de todo lo positivo", añade Mila Cahue.
El decálogo de la amabilidad
* Reconoce los derechos y méritos de los demás.
* Trata a los demás con el respeto y cariño con el que te gustaría que te tratasen.
* Sé complaciente cuando te pidan un favor o tu ayuda.
* Intenta ver lo mejor de cada persona. Te sorprenderá.
* No reprimas tus mejores sentimientos. Trata a los demás con naturalidad y afecto.
* Acostúmbrate a sonreír y muéstrate optimista.
* Si todos tratamos de dar lo mejor, seremos más felices.
* Observa si al ser amable, te sientes a gusto contigo.
* Comprueba cuántas horas estás de buen humor. Si son muchas, el mundo es más amable.
* Utiliza las palabras perdón y gracias, hacen más amable la relación con los demás.