opinión / Pilar Varela
Seguimos teniendo 20 años
Los investigadores han detectado un elemento común entre la mayoría de nosotros que consiste en sentirnos diez años más jóvenes de lo que realmente somos. Como si el calendario corriera más deprisa que la realidad, o la mente fuera más perezosa para envejecer que el cuerpo, todos sabemos el día en que nacimos, pero esa cuenta no nos cuadra con el sentimiento de nuestra edad, que, con diez años menos, vibra indeleble en el corazón. Seguimos siendo jóvenes, y algunos nos sentimos directamente pequeños. Es fantástico. Mientras una parte de nuestro yo prosigue su marcha por el calendario, otra se estabiliza. Además se estabiliza con eficacia; la mente es igualmente inteligente año tras año y no sucumbre al desgaste como lo hace la piel. Y es que el pensamiento es inmaterial. No es sino un funcionamiento, un conjunto de habilidades, de actitudes, de recuerdos, una joya que, por poco que la cuidemos, será más bella cuanto más antigua sea.
Después de los 25 todos tenemos la misma edad, decía Oscar Wilde. Y es cierto, alcanzado un punto, ahí nos quedamos los que tenemos salud psicológica, igualándonos en una formidable juventud mental, en la que caben las risas y los proyectos, las lágrimas y todas las emociones. Allí nos situamos, permeables a las vicisitudes de la existencia y quizá cansados por fuera, pero fragantes por dentro, como una camisa blanca recién planchada. ¿Diez años menos? Pues sí, diez, o quince o veinte, y ese desajuste entre el DNI y la cabeza no tiene nada que ver con la inmadurez, sino que debe ser un recurso natural que forma parte de la estrategia del vivir.
Alguien podrá confundir lo que aquí se dice con el ansia de lozanía y su búsqueda a través de cirugía estética, viagras, etc., y no es eso. Tampoco hay que confundir con la ingenua sensación de que sigue siendo posible todo, porque el tiempo va cerrando puertas y las personas sensatas lo saben. Finalmente, tampoco hay que pensar que esa juventud mental se consigue ignorando las adversidades, porque todas las biografías se irán llenando inexorablemente de sucesos, alegres o tristes, y ésa es la esencia de la vida. Sentirse más joven no es ser más tonto, es un sentimiento profundo que muchos conocemos bien, aunque nos resulte inexplicable, y que quizá sea la clave del optimismo, o de la supervivencia.
Seguimos teniendo 20 años, y hasta menos. Y yo a veces pienso que tengo siete y me entran muchas ganas de tomarme un helado enorme, y no me importa que se me derrita y me manche el baby.
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