Dile...
Que su ausencia no pudo quitarme el sueño por las madrugadas, que mis días son felices. Que me has visto muy enamorado de un ángel que a mi vida ha llegado y hoy en día me tiene cautivado.
Dile que estoy muy bien, que los días han transitado y su ausencia ni siquiera la he notado, que mi corazón está tranquilo, que mi tiempo ahora es mío. Que ya no espero más su llamada.
Dile que después de su partida un peso quité a mi vida, que ya la he olvidado.
Miéntele a mi favor. No le digas que hoy mientras de ella hablaba, mi voz se ahogaba por las lágrimas de desconsuelo, que su recuerdo aún me provoca. No le digas lo que realmente estoy sufriendo y que mi vida hoy está vacía. No le digas que cuando hablo de ella mi corazón se agita como si bailara al son de una bella melodía.
(Gracias, Isabel, por este escrito.)
Cele.