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De: cele19331 (Mensaje original) |
Enviado: 11/04/2012 11:20 |
Una buena conversación
Por: Ángel Gabilondo
Nada suple una buena conversación. Pero nada entorpece más que una mala. No es fácil ni probable conversar. En ocasiones es imprescindible. A veces imposible o infructuoso, si no se dan unas mínimas condiciones. En general, resulta aconsejable, pero también es cierto que requiere una determinada actitud. Por ejemplo, estar dispuesto a escuchar, a vernos afectados por lo que nos digan. En todo caso, conviene no llamar conversación a cualquier tipo o modo de hablar. A veces lo identificamos con lanzarnos preguntas y respuestas como si siempre bastara con inquirir o interrogar, con contestar, para considerar que ha habido tal conversación.
La conversación no conduce simplemente de uno a otro, aunque también puede hacerlo, más bien orienta a ambos en la dirección de algo otro, por ejemplo de una búsqueda común, de una escucha compartida. No hay demasiadas ocasiones, ni espacios, ni condiciones para una conversación. Y además, sabemos evitarla. Todo parece habilitado para que no se produzca. No siempre es cierto que no podemos. A veces la tememos.Interposiciones, sucedáneos, contactos, buscan eludir la mediación que ello significaría y dicen proponer un encuentro directo y espontáneo, sin más rituales que lanzarse palabras, consignas y mensajes.
Sin embargo, la conversación requiere algo común, algo en común, que podría resumirse etimológicamente en la labor de compartir la posibilidad de que aquello sobre lo que versa no se limite a verter lo que uno quiere, sino a ofrecer vertientes y versionesdistintas de uno mismo, abiertas a los demás. La conversación nos convierte en otros. La conversación nos hace múltiples. Es como si hubiera una alteridad en nuestras propias palabras. La conversación tiene una fuerza transformadora y ello lleva su tiempo.
Hay muchas modalidades de conversación pero, en definitiva, la que nos conmueve es aquella en la que se produce un verdadero encuentro condicionado por la situación, el contexto, el espacio y determinado por la corporalidad, el tono, la actitud, la predisposición y no sólo por aquello que decimos. Y encontrarse no es siempre coincidir. Y así, con este alcance, no es sustituible. Es más, lo que se dice no se agota en lo que nos hablamos. Incluso ocurre lo que no es dicho explícitamente por ninguno de los interlocutores. Una conversación no se reduce al intercambio de información, ni se deja resumir tan fácilmente.
Tampoco conviene esperarlo todo de ella. En cualquier caso, que algo resulte insuficiente no significa que no sea necesario. Si sólo hiciéramos lo que es absolutamente pleno, nada llegaría a serlo. Pretender eludir con una conversación toda decisión o toda acción es tanto esperar mucho, como reducirla a poco. La verdadera palabra ha de vincularse al compromiso y a la decisión.
Conversar es estar dispuesto incluso a reformular, replantear, formar críticamente lo que uno piensa para desarrollar una concepción crítica, dinámica y emancipadora, es poner en juego los propios presupuestos. Es ser capaces de cuestionar aquello que queremos saber.
No hay un único foco de intención y de sentido. Incluso supuestamente solos, conversar es estar abierto a las razones del otro y no limitarse a decir “me van a oír”, ni reducirse a ser un oyente que ya parece haberlo oído todo. No basta con dirigirse a los demás. Es preciso tenerlos presentes en cuanto se dice, formando parte de lo que decimos. Los interlocutores sólo hablan “de tú a tú” cuando uno se pone en el lugar del otro, incluso como un tú para sí mismo. Precisamos del otro para perseguir lo que necesitamos, para abrir caminos, para descubrir, para inventar, para crear. El verdadero sujeto de una conversación es un nosotros, una complicidad en común.
El pensamiento es un diálogo interminable con uno mismo que anticipa el diálogo con los otros. Nos entendemos conversando, que es la base de que nos comprendamos. En el seno de la conversación es cuando las cosas se presentan como una realidad común.
Plutarco en Sobre cómo se debe escuchar señala que la conversación es similar al juego de la pelota. Se trata de recibirla bien y de lanzarla. Así trasponemos nuestro propio saber y aspiramos a un horizonte más amplio y más rico. Tal vez por ello Gadamer insiste en que la conversación tiene “una afinidad peculiar con la amistad”. Otra cosa es mandarnos preguntas y respuestas sin conversar y, más aún, suplir esa falta con una sucesión de aseveraciones de ida y vuelta. Ya nos dice Hegel que “una aseveración vale como otra aseveración”. Y así no hay conversación. Y no siempre podemos lograrla.
Perdida la conversación, en cierto modo nosotros estamos perdidos. Y también la palabra que se desenvuelve en su seno, que encuentra en su lecho su verdad, sin agotarse ni reducirse a lo que queda dicho y se acabó. Un mundo sin conversación es un mundo sin palabra y un mundo sin palabra ni es justo ni en rigor es un mundo de seres humanos. Pero no renunciamos a una buena conversación.
(Imágenes: Pedro Soler, La charla; y Henri Matisse, La conversación)
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Nada suple una buena conversación. Pero nada entorpece más que una mala
Me encanta estar rodeada de personas que tengan buenas conversaciones, ya que de ellos aprendo
Cele muy buen aporte amigo, gracias!!!
Lola |
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EN TODO CONCUERDO, SOLO AGREGARIA QUE PARA QUE LA CONVERSACION
SEA MAS BUENA AUN, NO DEBEMOS DE DEJAR A UN LADO, UN GRAN
DELICIOSA TAZA DE CAFE!!!
TKMMMMMMM, GRACIAS MI QUERIDO CELE X TODOS TUS APORTES!!!
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De: Elisha |
Enviado: 12/04/2012 01:20 |
"Conversar es estar dispuesto incluso a reformular, replantear, formar críticamente lo que uno piensa para desarrollar una concepción crítica, dinámica y emancipadora"
Como siempre mi querido Cele...exquisito. Un beso.
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